Van por Internet.
En realidad, me sorprende que hayan tardado tanto.
Todo iba tan bien, su dominio de la información era tan absoluto, el guion se imponía tan perfectamente, con esos insignificantes matices que se presentaban como ‘diversidad de opinión’, de esos ‘minués’ inocentes que se planteaban como ‘debate de ideas’, con un puñadito de grandes medios dando versiones ligeramente coloreadas de un idéntico mensaje; con la enseñanza, la cultura; películas, canciones, espectáculos, todo regurgitando el mismo mensaje del poder.
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Y entonces llegó Internet. El coste de opinar, de informar, de contar cosas cayó esencialmente a cero. Millones de personas empezaron a decirle al mundo lo que pensaban, que no siempre coincidía con lo que debían pensar, y vieron que eran muchos; empezaron a contar cosas que veían y vivían que no siempre coincidían con lo que los medios decían que sucedía. Testimonios, fotos, vídeos.
La espiral del silencio estaba rota; los grandes medios ya no eran los únicos capaces de decir cómo eran las cosas, cómo habían pasado y cómo debían ser. Y el poder empezó a preocuparse seriamente.
Primera de La Razón, sobre una de esas fotos de grupo de boda tan horrorosas en las que cae de vez en cuando una cabecera, por lo demás, con excelente fotografía: ‘Cospedal unirá a diputados y editores en una comisión contra las ‘fake news’.
‘Fake news’, noticias falsas, trucadas. ¿Conocen la historia de este neologismo? Yo sí, porque lo he vivido muy de cerca. Lo pusieron de moda los grandes medios hará cosa de año y pico o dos años, cuando pequeños chiringuitos de Internet, foros y redes sociales empezaron a dar noticias que contradecían la narrativa oficial durante las elecciones presidenciales que debían dar una fácil victoria a Hillary Clinton.
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Y las llamaron ‘fake news’ y clamaron al unísono contra ellas. Pero, ¿saben qué? Pasaron dos cosas muy interesantes. La primera es que los grandes medios empezaron a publicar noticias que fueron rápidamente desmontadas y desmentidas y que se denominaron… ‘fake news’. Al mismo tiempo, esos medios acabaron reconociendo a regañadientes que muchas de esas supuestas ‘fake news’ que desmontaban su guion eran ciertas.
Y ahora, je, hay una campaña de CNN, New York Times y medios menores para desterrar la expresión ‘fake news’ que, como un monstruo del Dr Frankenstein, se ha vuelto contra ellos.
Lo que anuncia La Razón, lo que quiere el Gobierno, es lo que ha querido el poder siempre: controlar la información. Y, en cuanto a los grandes medios, conservar el chiringuito.
También es la primera noticia en El País: ‘Desinformación en Internet: nueva amenaza a la seguridad’.
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Curioso ese “en Internet”, ¿verdad? Quiero decir, es en Internet donde uno está más en guardia, donde el lector es más proclive a poner en duda lo que lee, frente a la pasividad con que se ha tragado todo lo que le llega por ‘fuentes oficiales’.
¿No es amenaza la desinformación de los medios, de los gobiernos? ¿Se acuerdan de las ‘armas de destrucción masiva’? ¿Recuerdan todo lo que han callado los medios oficiales, a menudo por instrucciones directas de los gobiernos? ¿Recuerdan las campañas sensibleras, siempre del bando ‘adecuado’? ¿Esa desinformación no preocupa?
No, no van contra la ‘desinformación’. ¿Cuándo ha sido problema eso, si lo hace un medio convencional?  Van contra la verdadera disidencia, por eso van contra la libertad en Internet.
En ABC, la reconocible coleta de nuestra política nacional, de espaldas, y el titular: ‘Iglesias da la espalda a España y se entrega al independentismo’. Eso de ‘dar la espalda a España’, no sé, parece un poco de blog nacional, pero en fin.
En El Mundo, Iceta compra alguna cosa en una droguería, ya saben, esas fotos que se hacen los políticos para demostrar que son hombres del pueblo, gente normal, como si alguna vez hubiésemos creído que tienen cuatro brazos y tres piernas, o que no saben comprar en una droguería.Todo iba tan bien, su dominio de la información era tan absoluto, el guion se imponía tan perfectamente
Como titular de apertura: ‘Puigdemont se erige desde Bélgica en el único “defensor” del ‘procés’.
Carles, ay, se ha convertido definitivamente en una parodia irrecuperable. Sus antiguos aliados deben, todavía, dedicarle algún respeto formal por aquello de la coherencia, pero estoy convencido de que si tuviesen un botón para enmudecerle, lo apretarían sin dudar, porque ellos están ya a otra cosa, en otra lucha, y este presidente de opereta les saca los colores con sus patochadas de monarca en el exilio.