Dentro de la célebre ‘Ley de Claridad’, Canadá incluyó una cláusula que supuso un efecto paralizante de un separatismo que venía de lograr el 49’5% de los votos en el referéndum de 1995. ¿Cuál es esa cláusula? ¿Funcionaría en España?
La región canadiense de Quebec es, junto con Escocia, el espejo en el que lleva años mirándose el separatismo catalán. Es de sobra conocido que desde un punto de vista histórico, no existen paralelismos entre los casos norteamericano y británico y el español, pero el movimiento independentismo catalán insiste en tomar como modelo la gestión jurídica de aquellos conflictos.
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A finales de los años sesenta, a pocos meses del mayo francés del 68 y en un contexto de descolonización internacional, surge en la francófona región de Quebec (de un tamaño equivalente al de toda Europa occidental), el ‘Parti Québécois’, una formación nacionalista de corte progresista y con un objetivo muy claro: la secesión del Canadá. En sólo una década alcanzan el poder y en 1980 se organiza el primer referéndum. Contra lo que comúnmente se cree, la consulta no tenía carácter vinculante y no era propiamente un referendo de secesión. Se preguntaba a los quebequenses si concedían a la autoridad regional la autorización para negociar un nuevo y poco claro estatus jurídico de co-soberanía. La propuesta fue rechazada por casi el 59,5%% de los votantes, sin embargo ya se había establecido un precedente que en poco tiempo iba a tener una nueva réplica. Canadá atravesó días de enorme tensión: “Todos hemos resultado perdedores con esta experiencia traumatizante”, declaraba el primer ministro del país, el liberal Pierre Elliot Trudeau, padre del actual primer ministro.

El referéndum de 1995, cuando Canadá contuvo la respiración

Sólo quince años después, en 1995, el Partido Quebequés volvió a convocar un nuevo referéndum. Si el de 1980 proponía negociar “la soberanía-asociación” con el gobierno del Canadá, el de 1995 no resultaba mucho más claro. Proponía negociar la “soberanía” al mismo tiempo que ofertaba una “asociación opcional” al resto de Canadá.
“¿Está usted de acuerdo con que Québec llegue a ser soberano después de haber hecho una oferta formal a Canadá para una nueva asociación económica y política en el ámbito de aplicación del proyecto de ley sobre el futuro de Quebec y del acuerdo firmado el 12 de junio de 1995?”, decía la pregunta.
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Esta vez el resultado sí estuvo muy cerca de abrir las puertas de la secesión. Los separatistas lograron el 49,42% por el 50,58% de los partidarios de permanecer en Canadá. Menos de 55.000 votos de diferencia en una región de siete millones de personas.
El independentismo quebequense salió del envite con una sensación agridulce: frustrado por la ajustadísima derrota, estimulado por haberla tenido al alcance de la mano. En una tercera votación, y observando la progresión del sentimiento independentista, la secesión estaba garantizada.

La Ley de Claridad o el declive del independentismo

Esta vez sí, en Otawa sonaron todas las alarmas. Canadá, uno de los países más prósperos del mundo, había estado a unos pocos miles de votos de romperse. Fue entonces cuando el Gobierno Federal emprendió el camino que a la larga acabaría por blindar la unidad nacional del país. El ejecutivo acudió al Tribunal Superemo, que en Canadá, como en muchos otros países, tiene funciones de interpretación de la Constitución (sin necesidad de un Tribunal Constitucional ad hoc). El objetivo era que el Tribunal estableciera tanto las condiciones de un más que previsible tercer referéndum como las de un posterior proceso de secesión. El fallo se conoció en 1998 y supuso el embrión de lo que dos años más tarde se conocería como “Ley de Claridad”, aprobada por el Parlamento nacional el 29 de junio de 2000. Así, Canadá se convertía en el primer Estado democrático que preveía su propia divisibilidad.
Así, la llamada “Clarity Act” (“Loi de clarification” en francés) aceptó que hay medios que un Estado democrático no debe emplear para retener contra su voluntad a una determinada población concentrada en una parte de su territorio. Pero también estableció las condiciones concretas para llevar a cabo un nuevo intento de secesión. De modo que preguntas deliberadamente ambiguas como las de 1980 y 1995 quedaban excluidas de la nueva ley. A partir de ahora la Cámara de los Comunes habría de comprobar que la pregunta del referéndum resultara perfectamente clara, inteligibley abordara directamente la secesión. La ley preveía igualmente qué elementos deberían figurar en una nueva agenda de negociación, tales como la repartición del activo y el pasivo o el establecimiento por parte de la Cámara de los Comunes de una mayoría clara o “mayoría reforzada” para dar por bueno el resultado, así como un porcentaje mínimo de participación.
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Trocear Canadá sí, trocear Quebec… también

Mas de entre todo el nuevo andamiaje legal, fue lo relativo a la“nueva definición de fronteras” lo más trascendente. Lo explica el notario Fernando Rodríguez Prieto, de la asociación de juristas‘Hay derecho’, en un interesante texto de título ‘El derecho a decidir y las comarcas. O por qué en Quebec los independentistas no quieren un referéndum’.
La “Ley de Claridad”, dice Rodríguez Prieto, prevé una posible nueva definición de las fronteras, esto es: “En el caso de que determinadas poblaciones concentradas territorialmente en Quebec solicitaran claramente seguir formando parte de Canadá, debería preverse para ello la divisibilidad del territorio quebequés con el mismo espíritu de apertura con el que se aceptaba la divisibilidad del territorio canadiense”.

Manifestación independentista en Quebec

De manera que, conforme a la Ley de Claridad, la secesión no habría de producirse necesariamente sobre todo el Quebec. Así, si existieran en Quebec territorios en los que la proporción de partidarios de permanecer en Canadá fuera sustancial y claramente mayoritaria, Quebec, para separarse, debería aceptar desprenderse de ellos para que puedan seguir siendo parte de Canadá.
Para el jurista de ‘Hay derecho’, la ley resulta perfectamente razonable: “De la misma manera que Canadá adopta una postura abierta respecto a la potencial salida de territorios con una sustancial mayoría de habitantes que no desean seguir siendo canadienses, la Provincia (Quebec) también debe aceptar desprenderse de porciones de la misma por la razón, en este caso simétrica e idéntica, de que una mayoría sustancial de su población sí desee seguir siendo canadiense”.

¿Y si trasladamos el argumento a España?

Así, haciendo un paralelismo con la situación española, es fácil advertir que el litoral catalán -a excepción de Gerona- y el Valle de Arán, ambas áreas mayoritariamente contrarias a la secesión, permanecerían en España. De manera que el resultado, caso de replicar en nuestro país las leyes canadienses, supondría, a juicio de Rodríguez Prieto, “un efecto paralizante del impulso hoy desbocado del nacionalismo a la secesión. Como ha ocurrido en Quebec, donde los nacionalistas no están de ninguna manera dispuestos a renunciar a Montreal y a otras zonas trascendentales por su riqueza, cultura y valor simbólico para constituirse como un país más rural, atrasado y reducido de lo que hoy son”.

Mapas de la web ‘BcnIsNotCat’ y que buscan justificar la secesión de ‘Tabarnia’

Llegados a este punto, cabe recordar que desde hace algunos años existe en Cataluña un movimiento, nacido como respuesta al proceso independentista, que busca la permanencia en España de lo que denominan ‘Tabarnia’, la suma de Tarragona y Barcelona y sus respectivas áreas de influencia, que acumulan el 80% del PIB catalán. Según la página principal del movimiento, ’Barcelona is not Cat’, Cataluña estaría formada por “dos zonas claramente diferenciadas desde el punto de vista económico, lingüístico, identitario, poblacional y social”. El nuevo proyecto, si bien aún casi limitado a las redes sociales, está ganando envergadura. Ha llamado la atención de diarios catalanes como La Vanguardia e incluso a algunos medios internacionales menores (ejemplo aquí). Y en tanto que se trataría de un área geográfica con escasa penetración del separatismo, sería susceptible de quedarse en España caso de aplicarse aquí la Ley de Claridad canadiense.

Resultado: ‘hoy en Quebec hay mucho menos separatismo’

Sea como fuere, lo cierto es que desde la Ley de Claridad el independentismo en Quebec ha menguado de manera continuada (excepto el repunte de 2008) hasta ser hoy un movimiento poco relevante. Las últimas elecciones a la Asamblea Nacional de Quebec (2014) se saldaron con el peor resultado electoral en 40 años para el separatismo, obteniendo sólo 30 de los 125 escaños en liza.
Precisamente el impulsor de la Ley de Claridad, el exministro quebequés Stéphane Dion acaba de conceder una entrevista a El País en la que confirma que tras la norma, “en Quebec hay mucho menos separatismo” y que la posibilidad de una ruptura del país es hoy “muy baja”. “No diré que sea imposible, que el separatismo ha muerto, pero hay muy pocas probabilidades”.