martes, 15 de noviembre de 2016

Los tres estrados del mal

Los tres estrados del mal
14/11/2016 11:30 en Enormes minuciasPortada
Los tres estrados del mal
·        Tres niveles recorren el turbio camino hacia la blasfemia del Espíritu Santo.
·        Pues bien, la blasfemia contra el Espíritu Santo es el signo de nuestro tiempo.
·        El modernismo nos ha llevado a la subversión, no ya de los hechos, sino también de la teoría.
·        O sea, una subversión del pensamiento. Lo que no resulta muy razonable… ni tan siquiera racional.

Niños, atentos, clase de ‘Reli’, repaso bíblico: Mateo 12, 31-32:
31 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.
32 A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.

Desde pequeño me han impresionado estas palabras de Cristo. Si se perdona todo, ¿por qué no esto? Es más, ¿tan grave es? ¿Por qué se perdona blasfemar contra las dos primeras personas de la Santísima Trinidad y no contra la tercera?

La busilis de la cuestión es que no se trata de una blasfemia al uso. El Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo y es el transmisor de la gracia. En otras palabras, blasfemar contra el Espíritu es convertir el mal en bien y el bien en mal. O sea, la tragedia de nuestro tiempo, el tercer estrado del mal.

No se puede perdonar a quien no siente el arrepentimiento. Y Dios -y el hombre- necesita el arrepentimiento para consumar el perdón. No es que Dios no perdone, es que el hombre se niega a ser perdonado.

Hablamos de la disposición subjetiva del sujeto agente: ¿cómo se va a arrepentir del mal si lo llama bien? Pero ojo, la blasfemia contra el Espíritu Santo no es incultura, es ignorancia dolosa, es soberbia.

Y se llega a ella, queridos niños, de la siguiente forma:
Primer estrado del mal: el hombre peca porque el mal, si bien casi nunca resulta divertido, siempre resulta cómodo. El hombre es consciente de que lo que hace está mal pero sigue haciéndolo porque le gusta.

Segundo estrado: aparece el orgullo, el origen de todos los vicios, y le conmina a pensar que, después de todo, “tampoco soy tan malo”. Si lo hago yo, no debe ser tan terrible. El homicida, por ejemplo, se hace siempre la misma reflexión: le maté, cierto, pero se lo merecía. O le maté pero no tenía otro remedio.
El alma humana empieza a corromperse en esta segunda etapa. Y el que quiera saber más que lea al mejor diseccionador del mal, don Fedor Dostoyevski.

Tercer estrado: La blasfemia contra el Espíritu Santo. Todo esto que hago no está tan mal porque es la única razón de que lo hago yo. No, es que, además, esto es precisamente el bien, y lo que me habían dicho que era el bien es el mal. Promocionemos el mal porque resulta que es el bien.
En consecuencia, este es el pecado que no se puede perdonar ni en este mundo ni en el venidero, por la sencilla razón de que ha cambiado el bien en mal y el mal en bien. La blasfemia contra el espíritu Santo no sólo es la subversión en la práctica, es la subversión en la teoría.
Y mucho me temo que esa blasfemia, la de llamar bien al mal y mal al bien, es el culmen de todas las herejías, la obra maestra del modernismo y el orgullo de Satán: es nuestro mundo del siglo XXI, el Reinado del Anticristo.

¿Un ejemplo de blasfemia contra el Espíritu Santo? El del derecho al aborto. Ahora resulta que el viejo asesinato de la criatura más inocente y más indefensa, no sólo no es pecado sino que es un derecho. El mal se ha convertido en bien.
Del miniteólogo-periodistín… Eulogius.

Eulogio López