jueves, 15 de septiembre de 2016

EL CONDE PEDRO ANSUREZ Y LA FUNDACION DE VALLADOLID. (Ansemo Carretero Jiménez)

Se escucha hoy día hasta la saciedad aquello de la castellanísima Valladolid, o que Valladolid pertenece a Castilla la Vieja, el castellano puro de Valladolid o variadas majaderías pucelanas. Conviene recordar de vez en cuando, aunque sea políticamente incorrecto, que Valladolid fue una ciudad, originaria y fundacionalmente (1072), totalmente leonesa y el Conde Ansúrez un señor feudal absolutamente leonés en su fidelidad al Rey de León y enemigo acérrimo de Castilla en los luchas entre el Rey de León y el Rey de Castilla. Leyes leonesas –Fuero de León-, lengua leonesa (lo siento por mi querido Delibes), adscripción eclesiástica al obispado leonés de Palencia y otras cosas más. Después de las múltiples guerras entre León y Castilla, Valladolid fue conquistada, que no fundada, e incorporada a Castilla siendo nombrada ciudad con voto en Cortes (1207) y finalmente fue incluso feudo de un señor catalán; que poco listos andan los actuales nacionalistas catalanes, con un poco de habilidad podían reclamar Valladolid para su nación fiera y ruralmente independiente.


Naturalmente estos orígenes se ocultan cuidadosamente a los ciudadanos y más aún a los tiernos infantes en edad escolar; basta con consultar la popular Wilkipedia y  comprobar el más absoluto vacío de información sobre la fundación de Valladolid; naturalmente hay que apuntalar el engendro autonómico de Castila y León y más aún su capital, sede del poder y mangoneo ad hoc , proclamando sin tapujos su prístina castellanidad al estilo de los viejos falangistas vallisoletanos, Onésimo Redondo y  Girón de Velasco –vehemente orador e impenitente putero- , tanto que las derechas locales llegaron y denominar a su ciudad "Fachadolid"; estilo curiosamente adoptado por algunos minúsculos grupúsculos castellanistas de tendencias izquierdistas e incluso separatistas. 



EL CONDE PEDRO ANSUREZ Y LA FUNDACION DE VALLADOLID.

Anselmo Carretero Jiménez. Castilla, 

Orígenes, Auge y Ocaso de una Nacionalidad

Los musulmanes del Ándalus llamaban Beni Gómez (hijos de Gómez) a los descendientes de un famoso Gómez Díaz, conde de Saldaña contemporáneo de Fernán Gonz` lez. Estos Beni Gómez fueron después poderosos señores de la Tierra de Campo; Cuando Fernán González a mediados del siglo x se convirtió en conde único de Castilla y Álava, la mayoría de los miembros de las antiguas familias condales del país vasco-castellano reconocieron su autoridad, pero otros se expatriaron. Los Velas alavese fueron a servir al califa cordobés y después pasaron a León. Los Ansúrez, originario de Castilla la Vieja, ofrecieron lealtad al rey de León que les concedió heredamiento en la llanura de Campos. Las historias de los Beni Gómez, los Velas y los Ansúrez son muy azarosas y ya hemos dicho algo de ellas.

Pedro Ansúrez debió de nacer hacia 1037, año en que el conde Fernando Sánchez e coronado públicamente rey de León y ungido por el obispo legionense. Cuando apenas tenía veinte años el rey Fernando I le nombra maestro de armas, ayo y consejero de su segundo hijo, Alfonso, preferido de sus padres. Por esta preferencia paterna, Alfonso recibió el reino de León que llevaba consigo el título imperial, en el reparto que Fernando I hizo de sus dominios. Como leales de su mayor confianza ya hemos visto que Pedro Ansúrez y sus hermanos Fernando y Gonzalo acompañaron al destronado Alfonso en su destierro en Toledo y le ayudaron muy de cerca a recuperar el trono.

Alfonso VI entregó años después a Pedro Ansúrez y su mujer Eilo la crianza de su hija Urraca Alfónsez, que llegó a suceder a su padre en el trono y fue esposa de Alfonso I el Batallador de Aragón. El conde fue, pues, ayo del padre y de la hija.

Aunque en la corona de León los condados no eran hereditarios, los Beni Gómez habían permanecido durante varias generaciones como condes de gran prestigio en tierras leonesas. El historiador árabe Ibn Jaldún dice que va en el año 995 los Beni Gómez mandaban en "el país que se extiende entre Zamora y Castilla" (21) (22); es decir, el vasto territorio que en la planicie del Duero ocupa buena porción de las actuales pro­vincias de León y Zamora y la mayor parte de las de Valladolid y Palencia. Los Beni Gómez eran, en efecto, durante el reinado de Alfonso VI condes en los territorios de la Liébana, Saldaña, Carrión y Zamora -según reiteradamente lo dice Menéndez Pidal (23), gobernaban, pues, no sólo la llanura de los viejos Campos Góticos sino también en tie­rras de la cordillera cantábrica tradicionalmente tan leonesa como los altos valles del río Deva.
Obra imperecedera del conde leonés Pedro Ansúrez, cuya trascendencia el autor no pudo imaginar, es la fundación de Valladolid, hecho que hace ya más de veinte años señaló con agudeza el historiador Justiniano Rodríguez en una monografía editada por la Diputación Provincial de León (24). "Pedro Ansúrez dice este autor leonés-deci­dió por miras fundamentalmente políticas la fundación de Valladolid, aldea entonces ignorada y sin posibilidades aparentes". Los leoneses no habían olvidado los antece­dentes históricos de invasiones de la llanura de¡ Duero por fuerzas navarras y castella­nas; y el conde de Carrión consideraba el momento propicio para delimitar definitivamente los ámbitos históricos de Castilla y de León.

Pedro Ansúrez poseía todos los señoríos limítrofes con Castilla desde las montañas de la Liébana hasta más al sur del Duero (hasta las tierras castellanas de las comunida­des de Íscar y Cuéllar).

Las ideas de seguridad y expansión territorial, basadas en consideraciones militares, dominaban entonces las mentes de reyes y gobernantes. Pedro Ansúrez, apartándose de tales pensamientos y adelantándose a su época, concibió para la región de sus dominios un plan que no estaba fundado en criterios guerreros. Cerca de la confluencia del Esgueva con el Pisuerga existía una aldehuela de menos de media docena de moradores dedicados a la agricultura, la riqueza buscada en aquellos tiempos. Sobre este lugar precisamente ideó el poderoso conde levantar una gran ciudad que fuera nueva capital de sus vastos estados, los mayores señoríos en buenas tierras del reino de León. Al mismo tiempo empujaba hacia oriente la línea fronteriza con Castilla, a la sazón imprecisa, en aquellas tierras.

En el verano de 1084 los condes compraban heredades, como primera previsión económica, con vistas a las instituciones que proyectaban. De los aspectos eclesiásticos del plan se ocupaba el abad Salto del monasterio clunicense de San Zoilo de Carrión ,que en representación de la nueva entidad de Santa María de Valladolid también com­praba terrenos. Después de intensa y rápida actividad, en mayo de 1095 con asistencia del rey emperador de León y los obispos de Oviedo, Lugo, León, Astorga y Palencia y eI abad de Sahagún, así como del obispo de Burgos y el arzobispo de Toledo y desta­cados cortesanos de los reinos de León y de Castilla, se consagraba solemnemente la iglesia de Santa María de Valladolid. Los fundadores proveían al sostenimiento de la nueva entidad dándole solares de la nueva población, iglesias, diezmos, viñas, pesque­ras, villas y monasterios en diversos lugares de la llanura leonesa. El obispo Raimundo de Palencia, dentro de cuya diócesis quedaba la nueva población también donó a Santa Mlaría bienes e ingresos en varios lugares de la región y del propio Valladolid. A estos bienes se añadirían otros muy cuantiosos que en diversas ocasiones y fechas fueron otorgando los fundadores, y otras personas, incluso los propios reyes, y privilegios es­peciales como el que el rey concedió a la iglesia de Santa María de que sus ganados no pudieran ser prendados. La nueva población quedó dotada con un buen puente sobre el río Pisuerga y un gran canal en el último tramo del Esgueva.

En 1095 la ciudad tenía ya organizado su municipio, un municipio de país señorial a la manera leonesa, reglamentado de acuerdo con el Fuero de León, cuya impronta aparece en los documentos antiguos de las expresiones perforo de Leone, ad foro de Leone e in foro legionis. Valladolid muestra así, en el momento de nacer, la condición profundamente leonesa de sus orígenes.
Anota don Justiniano con dolor la contradicción existente entre el signo del pasado histórico leonés vallisoletano y los modernos arrebatos de supuesto "castellanismo his­tórico" que envuelven una confusa perspectiva de lo que en realidad fue el pasado de Valladolid. El desconocimiento y la confusión en torno a la radical condición leonesa de la ciudad de Valladolid (con notables excepciones como esta de Justiniano Rodrí­Ouez) son generales desde el siglo pasado y aumentan de día en día. Puede decirse que la historia de esta ciudad suele falsearse desde el relato de sus orígenes.

En una monografía histórica sobre la fundación del hospital de Santa María de Esgueva, de Valladolid, se copia un documento en que la administración del mismo dice al Ayuntamiento de la ciudad: "En cuanto a la fundación de este Hospital [...] -es bien sabido, y hasta en la historia de esta ciudad consta, que fueron sus fundadores los se­ñores condes de Castilla y señores de Valladolid, D. Pedro Ansúrez y Da. Eylo su mu­jer" (25): Un tratadista de Historia genealógica se refiere al conde Pedro Ansúrez como "uno de los más grandes señores, si no fue el mayor, que tuvo Castilla en su tiempo", frase que copia José Zurita Nieto en otro trabajo monográfico sobre el fundador de Va­lladolid (26). Con errores y distorsiones de esta clase podrían llenarse muchas páginas.

Llamar gran señor castellano al conde Pedro Ansúrez, el personaje más destacado de la corte leonesa en el reinado de Alfonso VI, el guerrero que figuró al frente de las huestes del rey de León en las luchas de éste contra su hermano el de Castilla, el jefe del partido leonés en la época en que los enfrentamientos de los leoneses con los caste­lanos fueron más enconados, no es menor dislate --en imaginación de semejanzas­- que el que en el año tres mil cometería quien presentara al general de Gaulle como uno le los militares más célebres, si no el más famoso, que tuvo Alemania en el siglo XX. Y de igual manera que en estos casos se tergiversa por completo la condición de los protagonistas de la historia leonesa, en otros muchos se confunden y mistifican el paisaje, la geografía, la historia social y política, las instituciones y las particularidades culturales de los viejos reinos de León y Castilla.

La fundación de Valladolid, debida a la infatigable actividad del famoso magnate guerrero leonés, tuvo a la larga gran trascendencia no sólo para la región leonesa sino para toda la cuenca del Duero. La colonización de la llanura del Duero por los reyes asturleoneses tuvo como inmediata consecuencia el nacimiento de núcleos urbanos -o un rápido crecimiento de los ya existentes- que pronto se convirtieron en focos de actividades mercantiles, políticas y religiosas y desempeñaron un papel rector en el ulter­ior desarrollo de la monarquía leonesa y más tarde del conjunto de países de las coronas de León y de Castilla. Caso notable en la historia geopolítica de estos núcleos urbanos del valle del Duero es el de Valladolid. Fundada en un lugar bien situado, cer­ca de la frontera de Castilla, creció rápidamente dejando atrás en relativamente poco tiempo a las más viejas e ilustres poblaciones de la región leonesa: León, Astorga, Be­navente, Zamora, Toro, Simancas, Palencia, Medina...

Con la fundación y el crecimiento de la ciudad de Valladolid, la Tierra de Campos adquiere mayor importancia dentro del reino de León.

Y no sólo la Tierra de Campos, también en el reinado de Alfonso VI queda afirma­da como leonesa la comarca cantábrica de la Liébana, viejo y apartado centro cultural de la monarquía asturleonesa desde los tiempos de San Beato y sus famosos Comenta­rios al Apocalipsis. El condado de Liébana se consideró siempre leonés; y en la época de Alfonso VI, gobernado también por Pedro Ansúrez, quedó definitivamente vincula­do a las autoridades políticas y eclesiásticas leonesas. El resto de la Montaña cantábri­ca siguió para siempre a Castilla (27).

En definitiva la línea de demarcación histórica entre León y Castilla quedó clara­mente establecida por el conde Pedro Ansúrez y así permaneció hasta que en tiempo de Fernando III se unen ambas coronas.
Además de Alfonso, único hijo varón que murió prematuramente, el conde Pedro Ansúrez y doña Eilo tuvieron cuatro hijas. La mayor de ellas, María, casó con el conde Armengol V de Urgel, quien después de gobernar algún tiempo su condado catalán, se trasladó a los dominios leoneses de su suegro, dejando el gobierno de Urge¡ a cargo de Gerardo Poncio. Aunque este yerno de Pedro Ansúrez nunca tuvo el gobierno de la ciudad, suele llamársele Armengol 1 de Valladolid. A la muerte de Pedro Ansúrez -entre 1118 y 1119- heredó el gobierno de Valladolid su nieto el conde Armengol VI de Urgel y II de Valladolid, poderoso magnate que a los paternos dominios catala­nes de Urgel unió los maternos leoneses de la Tierra de Campos.

NOTAS
21 R. Menéndez Pidal. La España del Cid. Vol I p. 172
22 J.Perez de Urbel . Historia del Condado de Castilla . Madrid 1945. TII. P.71
23 Ramón Menéndez Pidal. En torno al poema del Cid. Buenos Aires 1963 pp15-16 
24 Justiniano Rodríguez . Pedro Azures. León 1966 pp63-68
25 José Tiedra. Fundación gloriosa y secular del conde Don Pedro Ansúrez y doña Eylo su mujer. El Hospital de Santa María del Esgueva en Valladolid 1937 pp 11-12
26 José Zurita. Apuntes documentados sobre el año de la muerte del conde Pedro Ansúrez y acerca de su sepultura. Valladolid 1918 p.41
27 J.A. García de Cortázar y C. Diez Herera. La formación de la sociedad hispano-cristiana del Cantábrico al Ebro en los siglos VII al XI. Santander 1982 pp. 49,203-205.

(Anselmo Carretero Jiménez. Castilla, Orígenes, Auge y Ocaso de una Nacionalidad. Ed Porrúa México 1996, pp 259-263)