lunes, 5 de septiembre de 2016

MADRUGABA EL CONDE OLINOS

Este es uno de los romances más populares. La trágica historia de amor está pensada para el final feliz, más allá de la muerte. Por eso, Pidal le da el quevedesco título de Amor más poderoso que la Muerte. En las versiones populares cantadas no figuran en general la parte final o escatológica del romance, probablemente por ser menos accesible su comprensión, la versión de Joaquín Díaz no es una excepción a esa regla.

MADRUGABA EL CONDE OLINOS


Madrugaba el Conde Olinos,
mañanita de San Juan,
a dar agua a su caballo
a las orillas del mar.

Mientras el caballo bebe
canta un hermoso cantar:
las aves que iban volando
se paraban a escuchar;

caminante que camina
detiene su caminar;
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.

Desde la torre más alta
la reina le oyó cantar:
-Mira, hija, cómo canta
la sirenita del mar.

-No es la sirenita, madre,
que esa no tiene cantar;
es la voz del conde Olinos,
que por mí penando está.

-Si por tus amores pena
yo le mandaré matar,
que para casar contigo
le falta sangre real.


-¡No le mande matar, madre;
no le mande usted matar,
que si mata la conde Olinos
juntos nos han de enterrar!

-¡Que lo maten a lanzadas
y su cuerpo echen al mar!
Él murió a la media noche;
ella, a los gallos cantar.

A ella, como hija de reyes,
la entierran en el altar,
y a él, como hijo de condes,
unos pasos más atrás.

De ella nace un rosal blanco;
de él, un espinar albar.
Crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar.

La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.

De ella naciera una garza;
de él, un fuerte gavilán.
Juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan para a par.