miércoles, 17 de agosto de 2016

BASES PSEUDOINTELECTUALES DEL MITO DE LAS TRES CULTURAS (IV)


BASES PSEUDOINTELECTUALES DEL MITO DE LAS TRES CULTURAS (IV)  

Henri Pirenne 

"El historiador belga HenriPirenne decía que el hecho capital de la Edad Media es el conflicto cristiano-árabe. La relación entre ambos, árabes y cristianos, no era de convivencia, sino de conflicto" 

EL PAPEL DE LOS MUSULMANES 

 La invasión musulmana del año 711 es una invasión extranjera. Tenía el precedente de la ayuda bizantina a Atanagildo para recuperar su trono; pero al igual que los ocho reyes godos posteriores trataron de expulsar de España a los extranjeros bizantinos, los españoles que pudieron liberarse de los moros trataron de expulsar de España a los nuevos invasores. Esta vez la guerra no duró ocho reinados, sino ocho siglos: mucho tiempo, el suficiente para fragmentar España. Pero durante todo aquel tiempo, nadie aceptó como definitiva la presencia de los invasores musulmanes en España, ni siquiera los que les tenían por vasallos y recibían sus tributos. Es más: como la invasión musulmana fue una conquista de España por extranjeros, los españoles de todos los tiempos han llamado siempre Reconquista a todo el período que duró la guerra con los invasores que la habían conquistado y sometido. Desde el principio, los mozárabes, cristianos que mantenían su cultura y su religión en Al-Andalus, y los que se liberaban del dominio islámico, suspiraban por "la pérdida de España" a manos de los invasores extranjeros, producida por la traición de quienes les invitaron a invadirla y les apoyaron en la batalla de Guadalete pasándose a su bando. 

 En ese dilatado espacio de tiempo hubo momentos en que la lucha decayó por diversas causas; pero eso no implica ni aceptación del hecho ni "convivencia". Para los musulmanes o andalusíes, España era no sólo una conquista más del Islam en la que éste no se detenía: pretendían conquistar el resto de Europa, pero fueron frenados por los francos de Carlos Martel en Poitiers (año 732) y más adelante por normandos, franceses y otros italianos en Sicilia y Cerdeña. Simultáneamente, en el este de Europa los bizantinos contuvieron durante siglos la invasión islámica de los turcos otomanos, hasta la caída de Constantinopla en 1453. Para los españoles de cualquiera de los núcleos cristianos de resistencia al Islam que aquí aparecieron, y que a lo largo del tiempo se convertirían en los reinos cristianos, la presencia islámica nunca fue aceptada y siempre rechazada. Éste era el sentido del título que usaba algunas veces Alfonso VI (1072-1109): Imperator totius Hispaniae; y cuando a partir del siglo XII se sustituya la idea imperial o gótica por la fórmula "los cinco reinos de España", se referirá a los reinos cristianos de León, Castilla, Aragón-Cataluña, Navarra y Portugal, nunca a un musulmán. 

 Definir aquella situación con el término "convivencia" es una estupidez o una falsedad. Sobre esa cuestión no hay duda posible; ya el historiador belga Henri Pirenne decía que el hecho capital de la Edad Media es el conflicto cristiano-árabe. La relación entre ambos, árabes y cristianos, no era de convivencia, sino de conflicto. Es más: la intolerancia musulmana para con los cristianos les produjo auténtica discriminación e incluso martirio en Al-Andalus, a pesar de pagar su impuesto para conservar su religión; finalmente, en 1126 los almorávides deportaron a Marruecos a todos los mozárabes (los cristianos que aún quedaban en Al-Andalus). Y lo mismo ocurrió con los judíos, que al principio disfrutaron de un trato tan excepcionalmente favorable que parecían un Estado mosaico dentro de Al-Andalus, pero que terminaron siendo perseguidos por almorávides (que también les deportaron a Marruecos; así fue desterrado Maimónides) y almohades, fanáticos islamistas que recordaban el furor de Mahoma contra los judíos o israelitas de Nadhir, Koraida y Khaibar recogido en su Corán: "Seguro que hallarás en los judíos y en los idólatras los hombres más violentos contra los verdaderos creyentes". 

 La guerra de los españoles cristianos contra los andalusíes islámicos era tan fuerte que éstos tuvieron que pedir ayuda a sus hermanos musulmanes de África para evitar ser absorbidos por los cristianos. Tras la toma de Toledo por el castellano-leonés Alfonso VI (1085), los andalusíes llamaron a los almorávides (1090-1144) y a los almohades (1150-1223): éstos, en su eficaz lucha contra nuestros antepasados "infieles", dejaron los campos de batalla cubiertos de muertos... entre los que se encontraban algunos de sus hermanos musulmanes andalusíes que no habían sido suficientemente fieles al Corán. El lema almohade era "Islam o muerte": no hay, pues, que extrañarse ni escandalizarse de que, por aquellas mismas fechas, los cruzados hicieran exactamente igual en Tierra Santa. 

 José L. Martínez Sanz: "El Mito de la 'España de las Tres Culturas'".




 LA ESCUELA DE TRADUCTORES NUNCA EXISTIÓ 

 Algunos partidarios del triculturalismo objetan que eso era así en tiempo de guerra, pero que en tiempo de paz se daba una verdadera convivencia, y ponen como mejor expresión de ella la Escuela de Traductores de Toledo. Pero tal cosa no es admisible: primero, porque lo habitual era la guerra, y la paz era una excepción; en segundo lugar, porque nunca existió la Escuela de Traductores de Toledo. 

 Lo que sí existió fue una iniciativa cultural y científica de los reyes y arzobispos castellanos, que deseaban para su reino unos conocimientos y saberes de la misma categoría que los que poseían los árabes andalusíes a través de la academia o universidad de la Córdoba califal. Por eso, en el s. XII y durante el reinado de Alfonso VII (1126-1157), coronado en León como Emperador de España en 1135, fue Raimundo de Sauvetat, arzobispo de Toledo y Canciller de Castilla, quien organizó y patrocinó una serie de ediciones (los libros se copiaban a mano) y de traducciones de obras clásicas antiguas grecolatinas y otras modernas de los árabes. 

 El arzobispo confió las primeras traducciones del árabe a los mozárabes de Toledo, que entendían los libros en árabe, y a los clérigos de su catedral, que conocían el latín: así se traducía del árabe al romance, y del romance al latín; los judíos traducían del hebreo al latín, y del árabe al hebreo. Ni hubo una Escuela de Traductores propiamente dicha, ni se trabajaba en un solo sitio, ni se debatían los temas y obras traducidos. Pero, aunque no existió una Escuela de Traductores, lo cierto es que fueron tantas las obras traducidas en Toledo, y fueron tantas las personas que se ocuparon de este trabajo, que debieron contar con una eficaz dirección racionalizada u organizadora del trabajo y una importante ayuda económica que lo hiciera posible. Como ha señalado González Palencia, "en Toledo, durante el siglo XII, se hizo la tranfusión de la ciencia recibida en lengua árabe por los españoles al resto de Europa, por medio de traducciones en las que siempre figuraba un español". 

 Esas versiones al latín difundieron por toda España y por toda la Cristiandad europea la ciencia oriental y la clásica. Un siglo después, en el reinado de Alfonso X el Sabio (1252-1284), las obras se traducían ya a la lengua romance castellana. 

 Conocemos las materias que allí se tradujeron, y sabemos cuáles eran las que suscitaban el interés de los españoles y europeos de aquella época. Vernet ha confeccionado una escala de materias con arreglo a las traducciones realizadas sobre cada una: 47% de cálculo y cosmología (matemáticas, astronomía y astrología), 21% de filosofía, 20% de medicina, 8% de religión, física, ciencias naturales, etc., y 4% de ciencias ocultas y alquimia.



 José L. Martínez Sanz






LAS TRES CULTURAS QUE FRAGUARON ESPAÑA





El arco de herradura (distintivo de la arquitectura árabe), pero plagio árabe de la arquitectura visigoda. En la foto: la iglesia de San Pedro de Balsemao, de factura visigoda, en Lamego (Portugal), ArteHistoria. 

GRIEGA, MEDITERRÁNEA Y ULTRAPIRENAICA 

 El gran historiador del arte Henri Focillon no parecía que tuviera claro el Mito de las Tres Culturas aceptado por la actual historia-ficción oficialista que interpreta a España como una realidad histórica resultante de la supuesta simbiosis judeo-árabe-cristiana, en detrimento siempre del elemento cristiano y a favor siempre de los elementos ajenos a España 

"...desde el siglo VII España está ocupada por el Islam; su trabajo histórico, hasta que llega el descubrimiento y la colonización de las grandes Indias, tiene dos aspectos: primero, la reconquista de la tierra cristiana, y, por otra parte, la transmisión a Occidente de los elementos asimilables de la cultura musulmana [...] Durante largo tiempo, sobre su duro suelo, una de las formaciones geológicas más antiguas de Europa, presenta el espectáculo de una especie de África en el que, tanto en la vida moral como en los monumentos, cruzan sus armas tres culturas: una cultura oriental, que desarrolla aquí sus más hermosos dones y crea un primer tipo de humanismo medieval, por el acuerdo del pensamiento islámico, del pensamiento griego y del pensamiento judío; una vieja cultura mediterránea, que da los latinistas delicados y los constructores de bóvedas en los monasterios de Cataluña; por último, una cultura propiamente occidental, importada primero por Cluny, después por Citeaux, posteriormente por los arquitectos de las grandes catedrales, y que hace florecer sucesivamente en tierra ibérica las iglesias de Aquitania, de Borgoña y del dominio real. Pero el fenómeno más notable es que estas culturas tan diversas no se yuxtaponen solamente, no se limitan tampoco a sucederse, como las decoraciones de un drama en varios actos: intercambian sus recursos, crean experimentalmente híbridos de una extraña belleza: un arte románico del Islam, el arte mozárabe; un gótico islamizante, el arte mudéjar. Cuando estudiamos, siguiendo a Gómez Moreno, las iglesias mozárabes del siglo X, nos asombra, pese a la constancia de cierta regla litúrgica, de cierto espíritu, la variedad de los tipos y la capacidad inventiva. Cualquiera que fuese la profundidad de la huella árabe, la importancia de las aportaciones septentrionales, España ha creado un tono arquitectónico, un tono humano suyo. Con todos los elementos que le dio el extraordinario choque de pueblos de que fue escenario, se lanza a búsquedas que son, y serán siempre, originales."

("El año mil", Henri Focillon, 1942.) 

 Aunque el autor francés menciona de pasada el más que dudoso "...acuerdo del pensamiento islámico, del pensamiento griego y del pensamiento judío", esta desafortunada frase no desacredita en su totalidad el valor de este pasaje que transcribimos del erudito francés, una vez que pongamos las cosas en su sitio: 

 ¿Qué acuerdo podría haber entre judíos, griegos y musulmanes en la España ocupada por el Islam? Los griegos no estaban aquí para acordar nada con los otros dos elementos. En todo caso, lo que sí hubo fue una asimilación de la filosofía aristotélica -griega- por parte de Averroes y Maimónides, que trabajaban la filosofía por muy diversos motivos: Averroes, granjeándose las sospechas del aparato censor del Islam (terminó sus días desterrado en el norte de África) y Maimónides con el propósito de demostrar la superioridad religiosa y -hasta racial- del pueblo judío. Ni uno (Averroes) ni otro (Maimónides) estudiaron a Aristóteles con el objetivo de incorporarlo al acervo de una realidad hispánica judeo-árabe-cristiana (*).  

Aristóteles, príncipe de la filosofía griega, a él fueron a inspirarse árabes y judíos; luego sería asimilado por el cristianismo en el genio sublime del Doctor Angélico, Sto. Tomás de Aquino. 

 Hecha la precisión que merecía el desatino de Focillon, hemos de decir ahora que éste a la postre se inclina a identificar -sí- tres culturas que confluyen para la composición maravillosa y genuina de la cultura hispánica peninsular: "un tono arquitectónico, un tono humano suyo" -admite Focillon. Pero, a diferencia de la fábula difundida desde los centros triculturalistas subvencionados públicamente hoy en día, estas tres culturas tendrán que ser identificadas en todo caso con:



 1.) La cultura griega -en versión judía (Maimónides) y árabe (Averroes). 

 2.) La cultura mediterránea (con los latinistas), y 

 3.) La cultura ultrapirenaica (los monjes de Cluny y Citeaux).



Recapitulando: ni judíos ni musulmanes contribuyeron a la consolidación de nuestra hispanidad, como quisiera el nefasto Blas Infante o el brasileño Américo Castro y sus acólitos epigonales (Juan Goytisolo o Antonio Gala.) Esa caterva de traidores no merece nada más que nuestro desprecio, y sus respectivas obras se hacen acreedoras a ser desmontadas y destruidas para bien de la salud intelectual de los españoles y europeos. 

 Fue, según Focillon, el elemento griego, el elemento mediterráneo y el ultrapirenaico los que habrían de ser considerados a la hora de atender a la composición de los elementos que dan lugar al cabo a la cultura española, a España. España: algo totalmente original, íntegramente hispánica, siempre diferente. 

Contra lo que por ahí se hace llamar "unitarismo" -falacia aliada del triculturalismo aberrante-, habrá que admitir que fueron tres culturas distintas (griega, latina y germánica) y una sola España tan verdadera como cristiana. 

 (*) Nota: Para hacerse una idea del racismo del judío Maimónides, véase la serie de entradas que están publicando nuestros amigos del blog SANTO REINO TRADICIONALISTA, en especial, para el Caso Maimónides:







 Publicado por Maestro Gelimer