domingo, 5 de junio de 2016

CASTILLA nº 36 Informativo de Comunidad Castellana abril-mayo 1988

CASTILLA nº 36

Informativo de Comunidad Castellana abril-mayo 1988



Un Ciudadano Cualquiera (Desarmando a Podemos)




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ENTRAN REFUGIADOS EN ESPAÑA CON MUJERES MARCADAS (delicias de la multiculturalidad: palizas coránicas)

ENTRAN REFUGIADOS EN ESPAÑA
CON MUJERES MARCADAS


LOS GOBIERNANTES QUE ACEPTAN REFUGIADOS CON MUJERES MARCADAS CON VELOS, SUDARIOS O PAÑUELOS, COMO CARNE DE GOLPIZAS, SON UNOS INDESEABLES QUE TRAEN DISENSIONES E INSEGURIDADES AL PUEBLO.

ES INTOLERABLE LA COMPARACIÓN DE UNOS FANÁTICOS REBOTADOS DE SUS MORERÍAS, CON LOS EMIGRANTES ESPAÑOLES E HISPANOS, TRABAJADORES Y HONRADOS, QUE SALEN A GANARSE SU PAN CON EL SUDOR DE SU FRENTE, SU CARA DESCUBIERTA Y SU CABEZA LIMPIA.
 
HIJOS, ESPOSOS Y PADRES DE FÉMINAS, DISCRIMINADAS A LO MAHOMETANO, SON SALVAJES REFRACTARIOS AL ORDEN SOCIAL CONVIVENCIAL (ADJUNTO: FÉMINAS A GOLPEAR).
 

Comunicación 2016.06.05
Promoción para Defensa del Derecho a la Vida y la Integridad
de las Personas


Disgresión sobre sociedades intermedias

DISGRESIÓN SOBRE SOCIEDADES INTERMEDIAS

1. COMUNIDAD SOCIAL INTERMEDIA

Para empezar de una manera impresionante vamos a partir de que el hombre es un animal social, político incluso, cuya naturaleza esencial se realiza del modo más pleno en una sociedad democrática en cuya vida política se dé una amplia y vigorosa participación. La sociedad humana está creada para la plenitud, para la felicidad de todos los miembros y no para el consenso de unos pocos.

De una manera más concreta nos referiremos a una sociedad de carácter intermedio como es la sociedad municipal abulense de la que evidentemente podemos afirmar no realiza, ni de lejos, de modo pleno la naturaleza esencial del hombre, ni está creada para la plenitud y felicidad de los abulenses aunque si efectivamente para el consenso de unos pocos; además de que solo se podría adjuntar el calificativo de sociedad democrática de una manera muy dudosa y sin embargo se podría afirmar con toda seguridad que se da  en ella  una débil y anémica participación. 

Si las cosas son de esta forma ¿Cuales serían las condiciones para un correcto  funcionamiento de una sociedad intermedia como es la sociedad municipal?

Las condiciones esenciales son:

a) Que, dentro de su ámbito social, gocen de la máxima libertad para el logro de sus fines espe­cíficos, evitando «la intrusión de una institución como es el Estado político en zonas de influencia que corresponden a otras instituciones».

Se podría pensar que lo local, el ayuntamiento, el cabildo, la diputación y otros organismos locales, son algo diferente de ese monstruo frío y total que es el estado, pero no es así exactamente, la regulación local viene impuesta hoy día desde arriba, con ligeros recuerdos de prácticas de antaño pero nada más. Resumiendo con brevedad el ayuntamiento actual  es el último y despreciado apéndice del omnipresente estado, delegado hoy día en ese moderno aspirante a estado que es la autonomía.

b)  Autarquía, precisa para que el gobierno de las asociaciones inter­medias se quede en manos de sus propios representantes, no en las de tecnó­cratas, ni de teóricos, ni tampoco «en manos políticas, abstractas y despersonalizadas».
Hoy día la sociedad municipal en sus gobernantes y representantes está en manos de partidos políticos, cuyos ediles impuestos en cónclaves secretos  son unas veces autóctonos y otras foráneos.

Municipio de Ávila  está regulado por  una ley de bases que apenas permite su autonomía, con una praxis administrativa, jurídica y económica llena de condicionamientos por el estado y la Junta de Castilla y León,   que  apenas da de si una autogestión anémica tamizada por  una ideología partidaria  imperante, que independiente de su tendencia es casi siempre estatalista y dependiente de las cúpulas madrileñas, que  apenas ve en el municipio  algo más que el último apéndice de la administración central,  compromete seriamente su autodefensa como organismo autónomo autogestionado.



c) En la cos­tumbre, en los usos tradicionales de un pueblo y en los innumerables medios de adaptación con que los seres humanos demuestran ser due­ños de su destino de forma que los gobiernos no pueden ni siquiera comprender. La libertad se mantiene «en la medida en que es po­sible proteger de la interferencia del gobierno y de la legislatura, a un sector de la sociedad que se gobierna por medio de lo espontáneo, de lo sancionado por la costumbre y sancionado por la tradición»; pues costumbres y tradición «constituyen la verdadera esencia de la moralidad y, por lo tanto, de la resistencia a la opresión y a la co­rrupción».

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Entre las condiciones externas para el buen funcionamiento de una sociedad intermedia como la municipal y para la consecuente defensa de las libertades figura en primer lugar el mandato imperativo, «El concejal no irá a disputar al Ayuntamiento, sino a pedir y votar lo que le manden los que le hayan designado. Y ha de jurar no recibir honores ni merced alguna durante el cargo.»

En la práctica el mandato imperativo constituye un elemento de contención del poder, sobre todo en el terreno económico, pero no tanto por esas funciones limitativas como por los contrapoderes que representa, esto es el conjunto de vecinos independientes del poder público».

Sería ocioso decir que el derecho político moderno no contempla desde la Revolución Francesa más que un etéreo y vaporoso mandato representativo que no compromete prácticamente en nada a los representantes elegidos; lo que permite como práctica normal el incumplimiento de las promesas electorales, en las que nadie cree ya seriamente. No existe el mandato imperativo es decir que el concejal no tiene que pedir y votar lo que le manden; reconociendo por otra parte que los votantes no le piden nada puesto que lo único que han hecho es votar por un partido, que ha colocado el orden de sus candidatos sin contar para nada con el votante, es decir ni siquiera listas abiertas. Maravillas del individualismo moderno


2 EL DERECHO A PARTICIPAR  Y SISTEMAS REPRESENTATIVOS

Los actuales ayuntamientos como sociedades intermedias que son adolecen, de insuficiencias gravísimas tanto esenciales como externas para un funcionamiento acorde con la defensa de las libertades. En tales condiciones se debe abordar en que queda el derecho a participar y en que consiste la representación del ciudadano vecino

De una manera muy somera se pueden reducirse a uno el sistema de democracia liberal  moderna que invoca la soberanía popular: la elección de represen­tantes, entre los propuestos por los diversos partidos políticos, que compiten entre sí para ostentar temporalmente la representación po­pular.

Hoy, consolidada la partitocracia, «la soberanía popular se ejerce optando entre oligarquías»

En el caso abulense para más inri los partidos ni siquiera son autóctonos sino más bien obedientes a la voz de su amo situada en Madrid .


A  los ciudadanos en los pueblos democráticos, «se les hace alterna­tivamente los juguetes del soberano y sus amos, más que reyes y menos que hombres». O, según dijo Costa de los liberales españoles de su tiempo: «Piensan que el pueblo ya es rey y soberano porque han puesto en sus manos la papeleta electoral: no lo creáis, mientras no se reconozca además al individuo y a la familia la liber­tad civil y al conjunto de individuos y de familias el derecho com­plementario de esa libertad, el derecho de estatuir en forma de cos­tumbres, aquella soberanía es un sarcasmo, representa el derecho de darse periódicamente un amo que le dicte la ley, que le imponga su voluntad.

Para ser candidato y así elegido, la mejor cualidad es per­tenecer a la cofradía de quienes gobiernan, y sobre todo poseer la habilidad de saber hacer las elecciones, o sea asegurar al gobierno un diputado que se avenga a entrar dócilmente en el servum pecus de la mayoría parlamentaria».

Las redes clientelares , enchufísticas y favorísticas asfixian literalmente la ciudad de Ávila y su provincia, y la sola idea de encabezar una lista verdaderamente independiente da terror, horror y pavor a los ciudadanos del común, por pequeña y ridícula que sea su fuerza electoral.


El poder representa a la sociedad política en cuanto ésta constituye una unidad; la sociedad se representa ante el poder en cuanto multiplicidad, es decir, en la pluralidad de los grupos y ciudadanos que la componen y las diversas aspiraciones de sus miembros, con sus di­versos intereses y opiniones: reales en la representación corporativa, predominantemente ideológicas en el régimen de partidos. Cuando el poder es asumido por la asamblea representativa, se confunden la representación por el poder y la representación ante el poder, lo que implica a su vez la confusión entre representación y poder po­lítico.
La representación de la sociedad en el poder, conduce al go­bierno representativo, característico de las sociedades organizadas, cuyos órganos representativos colaboran con el poder en el gobierno. Esa colaboración tiene diversos módulos y se efectúa de diversos modos, que oscilan de lo meramente consultivo hasta la participación en el poder.
La sociedad vecinal abulense no es consultada para nada, aunque no deja de haber todo un conjunto de disposiciones que en teoría se lo permiten tanto en la Constitución Española:

Art 9.2 facilitar participación ciudadana
Art 23.1 participación directa ciudadana en asuntos públicos
Art 93.2 Competencia Autonomías sobre consultas populares
140CE (elección y revocación alcalde-recall-)
149.1.1 derecho participación
149.1.32 consultas populares (estatales, municipales autonómicas, comarcas, mancomunidades de municipios, juntas municipales de distrito…)

Como  la Ley de Bases de Régimen Local ( Art 71 Referéndum municipal). Ciertamente que todas estas posibilidades, lejos de la libre disposición de los vecinos, están controladas por el gobierno de la nación; pero el estado de indiferencia y sumisión es tal que nunca se han usado las virtualidades contenidas en tales disposiciones. Demasiadas veces se atribuye un abuso de autoridad al partido o coalición de partidos gobernante, pero pocas veces se recuerda las posibilidades de voz que tiene reconocido el pueblo, y también de la responsabilidad que tiene el o los partidos de la oposición de instigar la expresión de la voz popular. La culpa hay que dividirla en varias partes

Y desde luego Don Juan pueblo después del día de las elecciones no participa en el poder ni poco ni mucho. 
El gobierno representativo se esfuma cuando la representación se apoya abstractamente en el pueblo soberano, confundiéndose la representación y el ejercicio del poder en el órgano representativo. Así, ocurre, a partir de la Revolución francesa, casi sin excepción en los regímenes denominados democráticos. «Una representación abstracta, que concretamente no representa nada, y en que la amplitud del mandato o delegación recibida por cada diputado desvanece la relación entre su propia vo­luntad y la voluntad del cuerpo electoral.

El diputado «no repre­senta a los electores, como ocurría en tiempos del mandato impera­tivo, sino a la propia nación, y la voluntad nacional se corporifica en la voluntad de sus presentantes». Cuyos miembros no quedan ligados bajo mandato imperativo con los sec­tores naturales del pueblo dotados de vitalidad propia. En esos casos, esta mínima participación por el sufragio se agota con la emisión del voto.

Básicamente el pueblo sabe muy bien en el fondo que con la democracia de diez minutos cada cuatro años, el poder no está en sus manos; lo demás es irse por las ramas. Y eso justamente no lo va decir ningún partido convencional.


 La verdadera participación, es una interacción entre lo múltiple y lo uno. Una inte­racción que confiere a la multiplicidad un cierto sentido de unidad funcional superior. No hay, si lo múltiple desaparece absorbido en la unidad superior.

En palabras más claras la vecindad abulense desaparece en su multiplicidad de asociaciones y necesidades varias en el reducido juego de intereses, pactos, enjuagues y componendas de los partidos políticos que acuden a los plenos.

 La participación real desaparece sustituida por una pseudo-participación que se limita a discutir en una asamblea y, al final, a emi­tir, un voto para afirmar una pretendida «voluntad colectiva», o sim­plemente para designar uno o varios representantes comunes, ya sea con mandato imperativo o bien sin él.

Es preciso concluir que  en la actual sistema parlamentario –lo de democrático es una injustificada extensión- la participación no es más una ceremonia para testimoniar la adhesión momentánea a un partido; breve ceremonia de escasos minutos a realizar cada cuatro años probablemente para elegir  “a los de siempre”.

De hecho apenas le queda al ciudadano vecino más que un vago derecho a informarse, que regoge el título VII del REAL DECRETO 28-11-1986, núm. 2568/1986, Aprueba el Reglamento de organización, funcionamiento y régimen jurídico; veránse aquí las amplios derechos reconocidos a los vecinos que hasta para obtener información dependen de la discrecionalidad del alcalde.    

La verdadera participación, como armonía de lo múltiple con lo uno, requiere diversidad de competencias en la unidad superior y de cada elemento de la pluralidad. Competencia que de modo natural es determinada dinámicamente por el llamado principio de subsidia­riedad, que va fijando la competencia que corresponda a cada asociación más amplia para suplir o complementar lo que sus elementos integrantes no puedan realizar.

El mayor error consiste, confundiendo los términos, en querer que participen todos en todo, en lugar de participar actuando cada cual en su propia esfera de competencia.  
Finalmente, se llega a la fase de confusión de gobierno y representación, con el for­talecimiento del ejecutivo y el caos parlamentario, vuelve a intentar aquél que la autoridad repela la representación; o, tal vez, más aún, trata de que una manipulada representación facilite la mayoría par­lamentaria al partido que detenta las palancas de mando del mismo ejecutivo.

El simulacro teatral es total, electores que no ejercen su función de mandar, representantes de ninguna función mandada, y espejismo ilusorio de realización de ambas vacuidades a la vez. Acabada la representación teatral el cuerpo electoral no tiene ya nada más que elegir, en realidad no ha elegido nada relativo a sus verdaderos intereses, sino una especie señuelo electoral en general fantasiosos más o menos atractivo por sus etiquetas y rótulos que venden con mayor o peor fortuna a la masa electoral; invento o fábula, según los casos, que ni siquiera hacen los partidos sino más bien sus cúpulas., y si obedecer sin rechistar a sus denominados representantes que con un truco consentido pretenden llevar a cabo sus manejos diciendo que eso es lo que ha elegido el pueblo, en torpe confusión de elección con sugestión. 


 3 LIBERTAD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD

De una sociedad intermedia con escasísimas condiciones para preservar la libertad, con un sistema electoral que anula la participación efectiva, cabe aun preguntarse que residuo de libertad le queda.

 "La ignorancia y consiguiente no aplicación del principio de subsidiariedad y en menor medida su imperfecta apli­cación, son sinónimos de modo proporcional al aplastamiento del hombre y de la sociedad por parte de la autoridad, sea ésta el padre de familia o la autoridad civil. Si lo anterior acontece y en la medida en que acontezca, significa que una tal sociedad esta regida por la fuerza física impuesta a los hombres como norma ordinaria de gobierno antes que por normas de razón, pues la violencia es la única fuerza que puede, aunque no indefinidamente, aplastar a la razón que brota con potencia irresistible de la natu­raleza humana para gobernar a los hombres y a los pueblos, la que reclama libertad para actuar y lograr su plenitud."

Naturalmente hay toda una corriente de opinión, con abundantes medios a su disposición que limita el dicterio de democracia, a depositar un voto cada cuatro años en una urna en listas cerradas en las que no ha intervenido en absoluto en su confección. Se hablará incluso del gran avance que supone eso con relación a la anterior dictadura, cuya diferencia básica es que antes había un solo partido y ahora dos partidos del mismo sistema. Obviamente poco o nada tiene de democracia tal sistema, si atendemos al significado etimológico de la palabra: poder del pueblo. El pueblo manda poco o nada, el parlamento o asamblea si decide; por tanto se debería hablar de un régimen parlamentario, no de una democracia. Claro que al ser los partidos parlamentarios quienes parten el bacalao, sería mucho más correcta la denominación de partitocracia.    

Destruir esa participación y violar así el principio de sub­sidiariedad, implicaría la muerte de la libertad de pensar, base del uso de todas las demás libertades, que asumirían unas pocas men­tes, que con "cultura de confección" mal alimentarían a una masa maleable y manipulable.
Así se realiza el fenómeno que se ha denominado "masificación dirigida".

De una manera más se podía hablar de rebaño de borregos sumisos o borreguez sumisa.
 Un dato bastante conocido en los medios de comunicación es que el 93 % del personal dirige sus reacciones marcados claramente por las informaciones y sugestiones de los medios, y ahí no hay nada que rascar. Ahora bien queda un 7% que se  informa y decide en función de criterios distintos: boca a oído, conferencias, Internet, cartas personales, aperitivos de caña y vermut, y otras que no necesariamente coinciden con  la propagante asfixiante y brutalizante de una campaña electoral habitual.
          

 "En todas las democracias, las elecciones llamadas por sufragio directo, salvo excepciones sin importancia, son siempre elecciones de segundo grado; el primer grado lo constituye la elección secreta de los par­tidos, y el segundo, la elección pública de los diputados por los electores. Pero, los electores no eligen a quien quieren, sino a quien pueden, y su elección tiene que limitarse al reducido margen de se­lección que da la lista de los candidatos", siendo así que "el pri­mer grado de la elección se hace por gente parcial e irresponsa­ble". "Todos sabemos a qué descrédito ha llevado este sistema a los Parlamentos. En lugar de estas prácticas espurias e insinceras —pro­pone—, el Estado moderno limitará la función del elector al área de su observación directa, es decir, al distrito municipal." Así: "Los concejales formarían el cuerpo electoral para la diputación regional, y los diputados regionales elegirían el Parlamento, que, a su vez, elegiría el Gobierno."

Lo cierto es que, tanto con dictaduras como con democracias de sufragio directo ocurre que la libertad política y la libertad ci­vil, y con ellas, la misma libertad de pensar, han ido mutilándose a medida que han ido siendo asumidas por el Estado aquellas fun­ciones y atribuciones que orgánicamente competen a la pluralidad de asociaciones humanas.
Lo que parece estar en juego siempre en las elecciones, es un programa optimista bien repleto de cifras y declaraciones altisonantes, muy importantes para el que tiene serias probabilidades de ganar; a la oposición le basta corregir al alza ligeramente las cifras. Todos los puntos de un programa – con cifras o sin ellas- son en buena medida subjetivos, de ahí las tendencias y orientaciones; no hay ningún programa que no las tenga. Lo curioso es que estas cifras que la final se traducen en cifras monetarias no salen de los arcas de los partidos, sino que  se la van a sacar al sumiso pueblo que vota. Ante surge la pregunta ¿y no sabrá la ciudadanía, el vecindario o cada Juan particular mejor que nadie lo que quiero hacer con el  dinero de su bolsillo? Otra cosa distinta es que el gobierno subsidie en la medida que se pueda  los cometidos que los superan.

En fin, el principio de subsidiariedad debe mostrar lo que con el esfuerzo personal o asociado, a través de las asociaciones intermedias, sean asociaciones sociales básicas o asociaciones voluntarias, debemos realizar personalmente o en común o asociadamente, en lugar de pedírselo todo al Estado, que —repetimos una vez más— nada puede dar a la sociedad si previamente no se lo ha detraído; ya que cuanto más le pedimos más promovemos e impulsamos su om­nipotencia. Y pidiéndoselo todo nos sometemos a soportar su tota­litarismo.

Ahora bien, queda en pie otra pregunta: ¿Qué podemos hacer para que se convierta en realidad esa propuesta u otras semejan­tes? ¿Cómo podemos lograr algo quienes pensamos así? ¿Tenemos en frente todos los regímenes del mundo, y no contamos con cola­boración alguna de los mass media, dominados por las corrientes actuales?

 Podemos luchar para suscitar y formar una opinión que, poco a poco, vaya adquiriendo peso, hasta llegar a ser decisiva, si es posible.

Desgraciadamente identificada la política moderna con los partidos, el ciudadano o vecino de a pie desconoce que la antigua Comunidad de Villa y Tierra de Ávila se regía por una asamblea en la participaban todas las familias, es decir por una democracia directa. Cosa hoy probablemente imposible debido al tamaño de la ciudad. Igualmente desconoce que existen unos procedimientos, llamados en Suiza “democracia semidirecta”, que entre otros comprende el referéndum popular en diversas modalidades, la iniciativa legislativa popular y el derecho de revocación, rotación de cargos en las asambleas; además de otros que fueron antaño típicamente españoles, tales como el juicio de residencia. Mediante estos procedimientos es posible recuperar la representación real del pueblo en el poder, el sentido del mandato imperativo y el principio de subsidiariedad. 

El pueblo y no los partidos  deben ser el primero y el último en tomar decisiones a través de esa dos medidas de “democracia semidirecta” que son la iniciativa legislativa popular y el referéndum popular.¿ Que es difícil o imposible?, también se pensaba antiguamente que la esclavitad era una condición natural  inamovible, y locuras extravagantes y revolucionarias las pretensiones abolicionistas.

El referéndum popular es un derecho gracias al cual el pueblo suizo tiene mucho  menos que otros pueblos  la impresión de que los poderes delegados a sus representantes elegidos se le escapan.  Habida cuenta de que la representación es la mayor parte de los casos no es tal  sino  un enrarecido sofisma con el que se trata de encubrir un teatro de suplantación, no es nada raro que entre los españoles  la sensación de que el poder, no ya es que se escape de las manos, sino que les es absolutamente ajeno es rotunda y  total.

El derecho de participación popular denominado “democracia semidirecta”, en cuanto instrumento de oposición es lo menos que desean los partidos mayoritarios; precisamente  la instauración de ese mecanismo de “democracia semidirecta” que es el referéndum popular, en principio bastante más incontrolable por los poderes establecidos que el raro referéndum reglamentario. En la Confederación Helvética es tan importante el refrendo popular en cualquiera de sus niveles que condiciona de manera decisiva el funcionamiento del ejecutivo; la posibilidad de que la oposición tenga capacidad de movilizar la opinión ciudadana con vistas a un referéndum en un tema concreto – muy diferente de los juegos de prestidigitación de una campaña electoral ordinaria-  implica la necesidad de hacer y rehacer constantemente pactos de gobernación, lo que a menudo redunda en favor de don Juan pueblo. Porque, esa es otra, a todos los niveles los gobiernos helvéticos son colegiados, es decir que participan proporcionalmente a las organizaciones políticas en liza, y no solo eso sino que los cargos son rotativos, nada estridente desde el momento en que la responsabilidad es colegial, y la presidencia de los consejos también, habitualmente rotan anualmente por orden de antigüedad.

El poder político  por principio no se controla a si mismo, sino que pretende más poder todavía; quien fuera un cándido Montesquieu. Por tanto se impone con evidencia una conclusión meridiana: solo la soberanía social puede poner un dique  y una limitación al poder electo, el hecho de su elección por un procedimiento democrático no es ninguna garantía de su honradez. Y no esta mal que cada cargo electo tenga en cuenta   que al final de su mandato le espera un cotilleo minucioso de su peculio, el antaño llamado juicio de residencia.

Pero podemos y debemos hacer más: actividades de acción familiar, empresarial, sindical, municipal, En esta obra de promoción auxiliar, de asistencia, de información, de concertación, de coordina­ción. Para, en el ni­vel más en contacto de la realidad, volver a restaurar las colec­tividades locales, las funciones profesionales, mostrando, a la vez, su razón de ser y los resultados que pueden obtenerse en ese nivel. Hay que organizar redes de sostén, de protección, de información y de orientación en todas las escalas de la sociedad.
No estaría nada mal que la administración local ayudara y alentara a los que se han decidido por este estilo de enseñanza libre y de excelencia llamada educación en casa, que además no cuesta un duro al contribuyente. Tal vez podría ayudar a crear preceptores –que no profesores- que ayudaran en el sentido deseado por esas pocas familias pioneras que han optado por la libertad de enseñanza –libertad frente al frío monstruo estatal-; de paso eso podría ser una nueva aunque pequeña ocasión de empleo para aquellos con vocación más de enseñanza libre y creadora  que de funcionatas de la máquina del vacío estatal. Es posible que algunas mujeres prefieran educar a sus hijos a un mediocre trabajo por cuenta ajena. 

En lo que se refiere a trabajo instaurar el contrato de “aprendizaje en empleo” en una empresa de cualquier sector – electricidad, mecánica, informática, construcción, química, artes gráficas, alimentación, comercio, etc., a la manera de Suiza y Alemania. Este pacto singular, de duración variable según la dificultad, compromete el patrón a poner a disposición del aprendiz los talleres y una persona competente que guíe sus prácticas y una pequeña retribución más o menos discrecional -no sometida  en principio a la reglamentación laboral-, a cambio el aprendiz se compromete a seguir uno o dos días cursos organizados por el estado y a trabajar en la empresa el resto de la semana.

Aquí la administración local si puede jugar un papel esencial como pionera para introducir este tipo de contratos. Por número de personal, y dinero en circulación el ayuntamiento de Ávila es de las primeras sino la primera corporación – para no usar la denominación de empresa- de la ciudad; sus tareas administrativas abracan tareas propias del, derecho, la economía, la fiscalidad, contabilidad e intervención de cuentas, la organización de trabajo, recursos humanos, la arquitectura, la ingeniería civil, el turismo, la cultura, las finanzas, el mundo editorial, la mecánica de su parque móvil, la hidrología, la química, el comercio etc. Ninguna  empresa de la ciudad puede ofrecer ni remotamente tan amplia gama de actividades,

Dado la magnitud progresivamente creciente el actual desempleo, conviene ir abandonando el discurso oficial de que aquí a unos meses se empezará a resolver el problema del paro; discurso reiteradamente desmentido por la tozuda realidad. El número de parados sin subsidio alguno va a aumentar de manera fatal y trágica, y  las posibilidades de subsidio estatal cada vez menores debido a los problemas insalvables de la deuda pública. Y va ser entonces el momento de remover recursos, capacidades y talentos  inutilizados, a través de dos procedimientos que han demostrado efectividad: Bancos de tiempo y las Redes de trueque con dinero alternativo, que ponen en contacto directo al productor y al consumidor, sin intermediarios y sin recurrir a préstamos bancarios. Esta unión de la función de productor y consumidor es la única que en situaciones desastrosas como la actual puede dar respuesta al problema de la ocupación, en el sentido de la ayuda mutua que debería sustituir a la competencia estéril, al lucro y a la especulación. Naturalmente que al poder no le conviene que este sistema prospere y se conozca cabalmente.

 La diferencia esencial entre las monedas alternativas y el dinero oficial es que con las primeras no se puede especular y, por tanto, no tiene sentido acumularlas; al mismo tiempo que cuestionan la cruda mercantilización de las relaciones sociales; un ejemplo a seguir a este respecto es el proyecto SCEC Solidarietà Che cammina implantada en todas las regiones de Italia, de acuerdo con las pautas de  crítica monetaria del profesor Giacinto Auriti.


Otra modesta propuesta sería ayudar a los jubilados que voluntariamente lo quieran a montar circuitos par enseñar los rincones más inéditos y más alejados de circuitos turísticos habituales de la ciudad a los foráneos, de manera gratuita, amigable y distendida. 

La transmisión de la experiencia de los jubilados a niños y adolescentes, de oficios y  trabajos que han sido arrinconados por la mecanización e informatización de la sociedad y que probablemente desaparecerán con los actuales jubilados. Organizar periodos de exposición de estas actividades, coordinarse con escuelas e institutos si es una tarea que cae de pleno en el ámbito de la administración local.

La vivienda de protección municipal para las familias jóvenes debe estar subvencionada y ser la primera de una serie de medidas sociales para favorecer la paternidad y la revitalización de nuestra demografía.

Una cosa tan elemental como la preferencia nacional parece que hay que recordarla una vez más La vecindad municipal junto con la nacionalidad española –autóctonos-deben ser prioritarias a la hora de concederse ayudas sociales, becas y gratuidad en los libros de texto,
En lo que se refiere a las posibles ofertas de trabajo o viviendas municipales vale la misma prioridad de que los beneficiarios de estas ofertas deben ser de preferencia nacional.


Y, en todo caso, hay que tratar de hacer oír la voz de las sociedades intermedios, para imponer su respeto y defender su autono­mía, ya sea directamente o, al menos a través de la trama de los partidos políticos. E, incluso, se puede intentar la organización de partidos no ídolos sino defensores de realidades concretas.

Esta es justamente la situación en que se presenta esta candidatura, independiente pero dentro de las siglas de un partido que propugna realidades concretas, más fácil que la siempre ardua tarea de cosechar firmas para una agrupación electoral, solo posible si estuviera previamente sembrada y esparcida una opinión sobre la auténtica democracia participativa muy distinta de la democracia formal electiva, pero ampliamente descocida por el personal.  


No debía tenerse miedo a la liber­tad en esa empresa restauradora de devolver a la sociedad su pro­pia espontaneidad asociativa. Esa restauración no habrá de ser obra del Estado -o sus sucedáneos autonómicos-, sino que éste solamente debería crear las necesarias condiciones de vida para que la sociedad misma vol­viera a realizar sus fines naturales y readquiriera el dinamismo pro­pio que cristalizara en instituciones adecuadas y eficaces.
Refiriéndose la libertad a la plenitud de realización del hombre en la sociedad como se decía al principio, y no a esa libertad en sentido negativo de ausencia de restricciones, que es la única que se vocea cuando se le añade sistemáticamente otro vocablo: democracia; equívoco malévolo puesto que de lo que se trata realmente es de la partitocracia de los regímenes parlamentarios.



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CASTILLA nº 35 Informativo de Comunidad Castellana noviembre-diciembre 1988

CASTILLA  nº 35

Informativo de Comunidad Castellana noviembre-diciembre 1988