sábado, 5 de septiembre de 2015

Grecocatólicos y grecoortodoxos; frutos de la primera Cristiandad de Siria.


Grecocatólicos y grecoortodoxos; frutos de la primera Cristiandad de Siria.

Por José Luis Orella.

Revista ARBIL



http://articulosforoarbil.blogspot.com.es/2013/06/grecocatolicos-y-grecoortodoxos-frutos.html

 

En nuestros días, la Primavera Árabe ha traído a nuestros hogares la situación que viven en muchos países árabes, uno de ellos, Siria. El país del Mediterráneo dispone de una riquísima historia, con un profundo mestizaje derivado del cruce de pueblos y civilizaciones que pasaron por allí. Aunque actualmente, la mayoría de la población es islámica sunnita, Siria es hogar de numerosas comunidades religiosas, entre ellas muchas cristianas, que actualmente llegan al 8 % de la población total del país. Los cristianos no provienen del extranjero, sino que forman parte de aquella primera comunidad damascena, a la cual fue Saulo a exterminar, y fue motivo de su conversión. Hablamos, por tanto, de una de las primeras iglesias del mundo, de las comunidades más antiguas, enraizada en la identidad siria, y que ha formado parte de su historia.

La mayoría de los cristianos sirios son de rito oriental, los unos pertenecen a la numerosa Iglesia ortodoxa, y otros a la católica de rito griego. Resultan interesantes de estudiar por varios motivos. Por un lado, sirven de puente con el mundo árabe, del cual se sienten culturalmente pertenecientes, no son colonos occidentales, son árabes. Por otro lado, en el proceso actual de diálogo con el mundo cristiano oriental, ellos forman ese puente de convivencia y supervivencia conjunta en un “océano musulmán”. A nivel de comunidad minoritaria histórica, han formado parte de su proceso histórico, y miembros de su comunidad han contribuido con gran prestigio a la intelectualidad del país. 

En la actualidad, Siria es uno de los últimos países que se rige por un régimen baasista, basado en un nacionalismo social y laicista, donde los cristianos perviven con derechos iguales a los demás, y tienen también las mismas restricciones que el resto de la población. Sin embargo, son los cristianos los que ven el futuro con temor ante la posibilidad  de que la transición a un régimen aperturista abra las puertas a la entrada de la fuerte organización de los Hermanos Musulmanes, e implanten un Estado islamista de donde los cristianos tengan que parir hacia el exilio occidental. 

Origen de las iglesias árabes

Los cristianos árabes son minoritarios en sus países y se encuentran fraccionados en diferentes iglesias, dentro de las cuales pueden existir diversos ritos. Las causas de su división las encontramos en el remoto pasado, cuando las disputas de los Padres de la Iglesia se centraban en definir la naturaleza de Jesús. El concilio de Éfeso de 431 rebatió la teoría diofisita de que dos naturalezas coexistían en dos personas, a su vez en una. Esta pugna dio con la aparición de la iglesia nestoriana, herética, que procedió a expandirse por el Asia central. Veinte años después, en el concilio de Calcedonia, se respondía a la herejía contraria, el monofisismo, que defendía la existencia de una sola naturaleza en una persona. En esta ocasión, las iglesias que se separaron fueron la Armenia, Copta (Egipto), Etiope y la Siria. La Siria también fue denominada jacobita por su máximo defensor, Jacob Barradai, obispo de Edesa. Esta separación contó con éxito por la oposición de los cristianos árabes a las directrices provenientes de Bizancio. La parte que permaneció fiel al emperador bizantino, fue la denominada melquita, del término melker, que es emperador. Sin embargo, la fecha de 1054 es la definitiva separación entre los dos pulmones de la Cristiandad. Roma y Constantinopla se excomulgaron mutuamente y se materializó la división de los cristianos de occidente y oriente. Estos últimos formaron la Iglesia Ortodoxa, que mantiene los patriarcados históricos de Constantinopla, Alejandría, Antioquia y Jerusalén.

Origen  y desarrollo del cristianismo en Siria

Siria cuenta con las comunidades cristianas más antiguas, después de la primigenia de Jerusalén. Ya en el siglo I, en Damasco existe una pequeña comunidad dirigida por Ananías, que da refugio a los fugitivos jerosolomitanos. Allí es donde partirá Saulo de Tarso, dispuesto a exterminar la naciente comunidad, cayendo del caballo y siendo curado por el Señor, a través de Ananías. Damasco será la ciudad donde resida finalmente San Juan Bautista, y donde murió. Otras de las primeras comunidades, y de las más importantes será la antioqueña. En aquellos tiempos, Antioquia era una enorme ciudad portuaria y cosmopolita, encrucijada de rutas comerciales, como la terrestre de la seda, que llegaban a las riberas del Mediterráneo para venderlas a los navegantes que debían llevarlas al fin del mundo (Hispania). Un centro de comunicaciones, de cultura helénica, y donde el arameo local era la lengua más frecuente. Sitio estratégico para los apóstoles, donde podían pasar desapercibidos como viajeros, y de donde podían partir a otros lugares de evangelización. San Pedro estará una temporada, fortaleciendo la comunidad antioqueña hasta su último destino en Roma. 

En el 636, los musulmanes conquistaron la ciudad a los bizantinos, y la catedral, donde se encuentran los restos del apóstol más joven, fue dividida en dos sectores de oración, para cristianos y musulmanes. Pero en el 705, el califa Omeya decidió transformarla en mezquita. En 1099 llegaron los cruzados, que aunque no llegaron a Damasco, su pudieron instaurar el principado de Antioquia, donde se estableció un Patriarca latino, con enfado del  griego, fiel a Constantinopla. Con la desaparición de los reinos latinos, quedaron bajo la hegemonía islámica árabe primero, y turca después. Bajo el régimen otomano hubo momentos de tolerancia y de persecución, por lo que parte de la población cristiana se fue refugiando en la zona montañosa del Líbano, a nivel de protección.

La influencia de las órdenes religiosas católicas, con un papel protagonista que llega hasta nuestros días de los franciscanos, llevó a que parte de aquellas comunidades cristianas, cuya única ayuda procedía de los religiosos europeos, se acercasen a la Iglesia Católica. Roma respetó las peculiaridades propias de cada rito, resolviendo en comunión las diferencias teológicas, se fueron reintegrando parte de los cristianos orientales a la Iglesia de Roma. De este modo, en 1656 Abdul Gal Ahijan, monje jacobita de Mardin, se convirtió al catolicismo, por la labor de los capuchinos y los jesuitas, y bajo su liderazgo una parte de la comunidad siríaca volvió a la comunión con Roma, en 1662 ésta fue reconocida por el Sultán otomano. En 1783 el arzobispo de Alepo y otros cuatro obispos jacobitas o siro-ortodoxos, se hicieron católicos, y el arzobispo, Miguel Jarweh se convirtió en el primer Patriarca Sirocatólico, después de haber sido elegido como patriarca por el lado jacobita. A causa de su conversión, los jacobitas eligieron uno alternativo para evitar la unión total de la comunidad con Roma, lo que lograron gracias al apoyo de la autoridad turca. En 1843 la comunidad sirocatólica fue reconocida por el sultán. Por el contrario, la rama sirojacobita mantuvo su representatividad ante los turcos reconocida por el patriarca de los armenios.  

Por el lado melquita, vendrá en el proceso de acercamiento en 1724, cuando fallezca el Patriarca Atanasios III Debbas. El patriarca fallecido había nombrado como sucesor a un monje chipriota fuertemente anticatólico, con el apoyo del patriarca de Constantinopla, pero los melquitas de Damasco, que querían un acercamiento con Roma, el 20 de Septiembre de 1724, eligieron a Serafín Tanass, un hombre decididamente pro-católico, como Cirilo VI. Sin embargo, los turcos reconocieron al propuesto por el patriarca de Constantinopla para evitar aquella conjunción con la Iglesia Católica, y Cirilo VI tuvo que refugiarse en la montaña libanesa. Pero el Papa Benedicto XIII, reconoció la elección de Cirilo, como Patriarca de Antioquía en 1729, dando origen aun nuevo patriarcado de Antioquia, dentro de la Iglesia Católica. No será hasta 1848, cuando el poder otomano reconozca al Patriarca grecocatólico como etnarca, jefe civil de su comunidad, y responsable ante el Sultán de los actos de su comunidad. Mientras los ortodoxos, por su jerarquía griega, transigían con el poder otomano, los melquitas católicos tomaron prontamente un carácter árabe que les llevó a una posición crítica contra el imperio.

 

En 1840 y 1860 los cristianos sufrieron intensas persecuciones por parte de las autoridades otomanas. En 1895 después de masacrar a unos 80.000 armenios por todo el imperio turco, 3.000 sirojacobitas refugiados en la catedral de Edesa fueron quemados vivos. Durante la Primera Guerra Mundial, mientras se producía el genocidio armenio, otros 96.000 sirojacobitas fueron eliminados en Mardin. Los restos se refugiaron en Irak, y algunos miles en Siria. Las ciudades árabes y la montaña libanesa sirvieron de protección ancestral para las diferentes comunidades minoritarias, fuesen cristianas o islámicas, como drusos y alawies. Sin embargo, la irrupción de los kurdos, con autorización turca en los valles del sur de la actual Turquía, significó el fin de la presencia mayoritaria cristiana en aquellos lugares. Después de la Primera Guerra Mundial, las provincias árabes del imperio turco que tenían una gran densidad de población cristiana, como Líbano y Siria formaron un protectorado francés, mientras que el resto fue entregado al dominio británico. Los franceses se apoyaron en el elemento cristiano, principalmente maronita, y sus elites se desarrollaron en el gusto de la cultura francesa, como “franceses de ultramar”. Sin embargo, los melquitas, tanto ortodoxos como católicos, mantuvieron su fidelidad a la identidad árabe.

Descripción de las comunidades cristianas en la Siria actual

La comunidad cristiana en Siria resulta abundante y en la actualidad oficialmente comprende un 8% de la población, aunque algunos la estiman en un escaso 5%. El 80% restante son musulmanes sunnitas y otro 10% alawies, una rama chiita disidente, de la cual proceden los dos últimos presidentes sirios. Más de la mitad de los cristianos pertenecen a la comunidad greco-ortodoxa y una cuarta parte a la grecocatólica, el resto se reparte entre sirocatólicos, sirojacobitas, maronitas, caldeos y armenios monofisitas o católicos. Los cristianos greco-ortodoxos y los grecocatólicos que son el nervio principal de la presencia cristiana en Siria, tienen una característica propia con respecto al resto de las comunidades. Ambas son iglesias árabes, que abandonaron el griego y el siriaco en beneficio del árabe en su liturgia. Aunque los ortodoxos no elegirían a su primer patriarca árabe hasta 1898, en la persona de Melecio Dumani. Anteriormente los patriarcas habían sido griegos. Como iglesias árabes, se llevaron bien con el resto de la sociedad islámica, formando parte de su población urbana como comerciantes y artesanos. En su mayor parte han formado el 20% de la población de Damasco y un 24% de la de Alepo y el 16% de Hassake, aunque con la posterior emigración del campo a la ciudad, los cristianos han visto descender su porcentaje. Además, los cristianos nunca han tenido barrios propios, teniendo presencia minoritaria en todos.

Actualmente los ortodoxos se estructuran en un Patriarcado, denominado de Antioquía y de todo el Oriente, que desde 1386 se encuentra localizado en Damasco, y es la cabeza de seis diócesis sirias, otras seis libanesas y una más iraquí, sumándoles unas cinco en la diáspora. Por parte de la comunidad gemela católica. También dispone de su propio patriarcado desde el siglo XVIII, con el nombre de patriarca de Antioquía y de todo el Oriente, de Alejandría y de Jerusalén de los Melvitas, cuya sede también es en Damasco. La primera la gobierna desde 1979 el sirio Ignacio IV Hazim; y la segunda desde el 2000, el también sirio Gregorio III Laham.

 

En cuanto al resto de las comunidades cristianas existentes, por orden de importancia estarían:

-       los sirojacobitas: En un principio la principal confesión cristiana del país hasta a llegada del Islam. Recibieron a estos como liberadores por el trato recibido por el Bizancio ortodoxo. Sin embargo, la invasión mongola de Tamerlán, el dominio turco, y el saqueo de los kurdos, propiciaron su repliegue a las zonas montañosas entre el norte de Siria y el sur de la actual Turquía. Después de las matanzas de la Primera Guerra Mundial no volvieron a recuperarse, emigrando gran parte de ellos a Irak. Su patriarca de Antioquía y de todo el Oriente, reside actualmente en Damasco y es Ignacio Zakka I Iwas. Quien dispone de cuatro diócesis en el país.

-       Los sirocatólicos: como en el resto de las comunidades, también parte de los jaacobitas fueron atraídos por Roma, respetando sus peculiaridades litúrgicas, como el uso del arameo en la Misa. Su patriarca es Ignace Youssif III Younan, pero reside en Sharfe (Líbano), desde donde gobierna cuatro diócesis sirias. En 1801 tuvo que refugiarse en la montaña libanesa, y aunque a mediados del siglo XIX, intentó establecerse en territorio sirio, en concreto en Mardin. A principios del siglo XX volvió a establecerse en la montaña libanesa.

-       Los maronitas: Aunque se encuentren mayoritariamente concentrados en la montaña libanesa, los maronitas proceden de siria de donde partieron para evitar las persecuciones. Actualmente en el país del cedro viven un millón de maronitas, pero en su antiguo solar todavía habitan unos miles de ellos en los valles que abandonaron. Su patriarca residente en Bkerké (Libano) gobierna un par de diócesis en territorio sirio. 

-       Los armenios: Pueblo caucásico que tiene el privilegio de ser el primer estado que adoptó el cristianismo de forma oficial. Durante la edad media fueron colonizando amplios espacios del levante asiático, llegando a formar pequeños principados en el área de Cilicia (sur de Turquía) que desaparecieron junto a los estados cruzados. Disperso por todo el Imperio turco, conformaron parte de su clase comercial y artesanal urbana. Los armenios junto a los griegos fueron de los cristianos que colaboraron con el poder otomano y representaron al resto de las comunidades cristianas. Sin embargo, su éxito la envidia de los turcos musulmanes y el mantenimiento de su identidad nacional y religiosa, provocó su exterminio entre 1915 y 1917. Los supervivientes se refugiaron al sur, en el dominio francés de Líbano y Siria, donde llegaron a crear extensas comunidades. Los armenios nunca se integraron en la cultura árabe, se han mantenido al margen de de toda asimilación. Una parte de ellos, los que habitaban el levante, se integraron en el catolicismo, y disponen de tres obispados en Siria. 

-       Los caldeos: se encuentran mayoritariamente en Irak, no obstante, una pequeña comunidad ha estado presente en Alepo, donde forma su propio obispado. En la actualidad su número ha crecido de manera importante por el abúndate flujo de refugiados de esta confesión provenientes de Irak, huyendo de las persecuciones y de la guerra.

-       Los latinos: Unos pocos miles, en su mayor parte extranjeros, aunque algún sirio proveniente de cuando los cruzados crearon su propio patriarcado, enajenándose el apoyo de los ortodoxos. Cuando en 1268 fue tomada la ciudad de Antioquia por los musulmanes, perdió su razón de ser, aunque se mantuvo el título hasta 1964 que se abolió, 

Un ejemplo de la pluralidad de la presencia cristiana ha sido la ciudad de Alepo, que contó con la mayor presencia del país. En ella existen nueve obispos: griego católico, armenio católico, maronita, caldeo, latino, sirocatólico, griego ortodoxo, sirojacobita y armenio ortodoxo.

Las cifras de cristianos son difíciles de dar al detalle, pero un 8% son casi dos millones de personas, de las cuales la mitad serían greco-ortodoxos. Según los datos del patriarcado ortodoxo de Antioquia, tienen unos 1.370.000 fieles entre Líbano y Siria, por lo que algo más de un millón serían ciudadanos sirios. Por parte católica, el Anuario Estadístico de la Iglesia proporciona datos de gran crecimiento que intenta mantener el  2% de la población. En 1980 eran 227.000 católicos, en el 2008 428.000; pero es que la población siria había pasado de 8 millones a 19 millones de personas. En estas cifras se incluirían las comunidades menores católicas como 8.000 maronitas, 15.000 caldeos y 6.000 sirocatolicos. La tercera comunidad cristiana en abundancia sería también la histórica sirojacobita que con 150.000 fieles dispone de una importante masa crítica. La otra comunidad, divorciada de la identidad árabe, sería la armenia, unos 150.000, aunque realmente estaría acercándose más a los 100.000 por salida hacia la república de Armenia. La comunidad Armenia de Siria es hija de los refugiados supervivientes del genocidio de 1915. De estos grupos, los caldeos se encuentran rápida expansión por la llegada de 4.000 familias caldeas iraquíes que huían de la guerra en su país. 

 

Los cristianos en el mundo político

Dos de los principales teóricos de ciencia política de Siria han sido greco-ortodoxos. El primero Antón Saade, sirio, aunque hijo de libanés, quien influido por el fascismo creó en 1932 un partido nacionalsocialista sirio, donde pretendía la unión de todos los territorios del creciente fértil, alegando en su libro El nacimiento de las naciones su teoría de que no eran árabes sino descendientes de un mítico pueblo emparentado con los asirios y babilónicos. Enfrentado con los maronitas del Líbano, que eran favorables a formar un país distinto, fue acusado de traición y ejecutado en 1949. Sin embargo, su partido ha reunido a los greco-ortodoxos libaneses prosimios y dispone de una pequeña representación en Beirut.

El otro pensador fue Michel Aflaq, quien junto al sunita Salahedin Bitar, y al alawi Kaki Arsuzi, fundaron en 1947 el Baas (Resurgimiento), un movimiento político panarábigo, pero laico, que se centraba en la defensa de un nacionalismo de toques socializantes basado en la lengua y la cultura árabe. Bajo ese marco laicista, las minoras religiosas podían alcanzar por primera vez una igualdad de condiciones como ciudadanos. El partido fue favorable a la unificación con el Egipto nacionalista de Nasser en 1958, cuando se formó la República Árabe Unida. No obstante, el exceso de protagonismo egipcio llevó a la disolución de la unión en 1961. Dos años más tarde, el baasismo tomaba el poder en Siria y en Irak, pero se distanciaron rápidamente. En 1970 Hafed el Asad, miembro del ejército del Aire, tomó el poder. Perteneciente a la minoría alawi, que cuenta con un 11% de la población, ha mantenido el carácter laico de su régimen personal. En 1982, los Hermanos Musulmanes protagonizaron una fuerte rebelión que llevó al ejército sirio a tomar la ciudad de Hama con más de 20.000 muertos. Tras su fallecimiento en el 2000, su hijo Bashar heredó el poder. El ido de las primaveras árabes ha provocado, que unos 2.500 manifestantes y casi un millar de soldados hayan muerto en las protestas contra el régimen. 

Bashar  el Asad, oftalmólogo de formación, ha mantenido la misma línea política de su padre, el laicismo, el respeto a las minorías religiosas, siempre que no comprometan su poder. El baasismo se hace presente en la formación educativa de los más jóvenes mediante inspectores. Sin embargo, el principal enemigo interno sigue siendo el fundamentalismo islámico sunita que prende en la mayoría de la población siria, y que cuenta con el apoyo de Arabia Saudí y los EEUU. Siria a nivel internacional forma alianza con Irán, y apoya el bloque parlamentario que los chiitas de Hezbollah forman en Líbano.

Actualidad de la cristiandad Siria

Los cristianos sirios se enfrentan en la actualidad a estudiar su supervivencia en la tierra donde nació el cristianismo. Las minorías que subsisten en un mar islámico, temen que un radicalismo creciente del fundamentalismo ahogue las posibilidades de supervivencia y fomente la emigración a Ultramar, donde ya existen comunidades incluso más numerosas que en sus lares de origen. EEUU, Argentina, Australia o Europa reúnen casi tres cuartas partes del cristianismo oriental árabe. El principal objetivo de los obispos árabes es “enraizar” a los que quedan para evitar que sus iglesias se transformen en museos arqueológicos. La búsqueda de fuentes de trabajo, construcciones de viviendas baratas, escuelas, instituciones de promoción social etc… son las principales labores que un episcopado aporta, además del pastoral. Los elementos jóvenes y mejor preparados son lo que suelen emigrar, permaneciendo los sectores más envejecidos, las mujeres y las comunidades rurales marginadas. Las segundas, suelen ser forzadas a islamizarse cuando por ausencia de varones cristianos, casan con musulmanes, ya que el Islam no permite el matrimonio mixto. 

Pero la principal acción que los cristianos deben hacer, ha sido la de poner punto final a siglos de enemistad. Las comunidades cristianas se han dado cuenta que en su deterioro, un factor importante ha sido su propia división y enemistad. El ecumenismo intercristiano se ha convertido en indispensable para la propia supervivencia de las últimas comunidades cristianas. Como ejemplo de los últimos adelantos, ya en 1965 se levantó en Jerusalén la excomunión mutua de 1054, por el patriarca ecuménico Atenagoras I y el Papa Pablo VI. Pero  el 12 Mayo 1983, el patriarca ortodoxo Ignacio IV tomó la iniciativa visitando por primera vez al Papa Juan Pablo II en Roma, y después lo recibió por primera vez en Siria en Mayo 2001 y otra vez lo visitó en Roma en el 2002.

Por su parte, dentro de los propios católicos. El Concilio Vaticano II sirvió para que se reconociese la razón de protesta del patriarca melquita Maximos IV Sayegh, contra la latinización de las iglesias orientales, y la necesaria receptividad de la espiritualidad oriental por parte de los católicos occidentales. En ese avance, los obispos melquitas apoyan la idea de que, en un eventual caso de reconciliación entre los ortodoxos y los católicos, su Iglesia debería reintegrarse dentro del Patriarcado Ortodoxo de Antioquía. Desde 1995 disponen de una comisión conjunta para solucionar el cisma de 1724.  Del mismo modo, con los sirojacobitas, se llegó a una declaración común firmada por el Papa Juan Pablo II y el patriarca jacobita, Ignacio Zakka I, en Roma el 23 de junio de 1984 que ha reconocido que ambas partes profesan la misma fe en Cristo y han atribuido a diferencias culturales las divergencias en la terminología cristológica. Según ello, los sirojacobias no serían herejes, sino cismáticos, cuya única diferencia con los católicos provendría en la aceptación de la autoridad del Papa. Este tipo de declaraciones teológicas está ayudando a acercar cada vez a las comunidades que tengan mayor similitud, como son greco-ortodoxos con grecocatólicos;  sirojacobitas con sirocatólicos y asirios con caldeos. Estas comunidades son idénticas en cultura, lengua y liturgia, pero se encuentran en el presente con una comunidad integrada en la Iglesia Católica y otra que permanece separada. Los movimientos de acercamiento están propiciando una mayor colaboración entre ellas, y sin diferencias doctrinales, puede llegar a plantearse reconciliaciones y unidad. En el Sínodo para el próximo oriente que reunió con el Papa a representantes de todas las comunidades cristianas orientales, la conclusión final fue que la supervivencia de las iglesias árabes estaba en la unidad progresiva de las comunidades católicas, ortodoxoas griegas y ortodoxas siriacas. Este hecho daría la suficiente masa crítica para poder hacer frente al fuerte clima de intolerancia que quiere imponerse en lado islámico. 

Como cristianos en lo religioso, pero árabes en lo cultural, son un puente de entendimiento, diálogo y conocimiento con un mundo al que se como ofensivo. Incluso en la actualidad, recuperando la vocación misionera que tuvo en su momento fundacional la iglesia siria, han vuelto a tener una vocación universal. El patriarca melquita católico Gregorio III Laham, del 10 al 25 de octubre, llevó a cabo la visita pastoral a Venezuela, en concreto a varias comunidades de los estados de Aragua, Lara, Carabobo, Monagas, Sucre, Anzoátegui y la capital, Caracas, donde habló a miles d venezolanos de origen árabe cristiano que viven en el país americano, mantiene sus costumbres ancestrales, y además de aportar su riqueza a la iglesia católica hispanoamericana, pueden contribuir a no abandonar a las comunidades de donde salieron sus abuelos. 

Derechos humanos como disvalor. Por Alberto Buela

Derechos humanos como disvalor. Por Alberto Buela


Revista Arbil
 


 
    


Como hace muchos años que venimos escribiendo sobre el tema de los derechos humanos y lo hemos encarado desde distintos ángulos: a) derechos humanos de primera, segunda y tercera generación, b) derechos humanos e ideología, c) derechos humanos o derechos de los pueblos, d) derechos humanos: crisis o decadencia. 


En esta ocasión vamos a meditar sobre los derechos humanos como un disvalor o, si se quiere para que sea más comprensible, como una falsa preferencia.


Es sabido que la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por las  Naciones Unidas a finales de 1948, afirma en su artículo 3 que: Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.


Con lo cual los legisladores correctamente nos vinieron a decir que los derechos humanos proclamados alcanzan al hombre en tanto que individuo, esto es, formando parte de un género y una especie: animal rationale o zoon lógon éjon, como gustaban decir griegos y romanos.

Pero, al mismo tiempo, nos dicen que estos derechos son inherentes al hombre como persona, esto es, en tanto ser único, singular e irrepetible. Y acá está implícita toda la concepción cristiana del hombre.[1]


Si bien, este magistral artículo 3, merecedor de una exégesis abundantísima, se apoya, tiene su basamento en una concepción sesgada o parcial del hombre: como sujeto de derechos. Y es acá donde comenzamos a barruntar lo que queremos decir.


El hombre durante toda la antigüedad clásica: greco, romano, cristiana nunca fue pensado como sujeto de derechos, y no porque no existieran dichos derechos, sino porque la justicia desde Platón para acá fue pensada como: dar a cada uno lo que corresponde. Con lo cual el derecho está concebido desde el que está “obligado” a cumplirlo y no desde los “acreedores” del derecho. Es por ello que la justicia fue concebida como una restitutio, como lo debido al otro.


Esto es de crucial importancia, pues sino se lo entiende acabadamente, no puede comprenderse la Revolución Copernicana, que produjeron los legisladores onunianos en 1948. 


Al ser lo justo, dar a cada uno aquello que le corresponde y no el obtenerlo para uno, la obligación de realizarlo es del deudor. Y ello está determinado por el realismo filosófico, jurídico, político y teológico de la mencionada antigüedad clásica. Así el peso de realización de lo justo recae sobre aquel que puede y debe realizarlo, el acreedor de derechos solo puede demandarlo.


Al respecto relata Platón cómo respondió Sócrates cuando le proponen fugarse de la cárcel al ser condenado a muerte: Nunca es bueno y noble cometer injusticia (Critón, 49ª5) En cualquier caso es malo y vergonzoso cometer injusticia (Critón, 49b6). Nunca es correcto retribuir una injusticia por una injusticia padecida, ni mal por mal (Critón 49 d7), pues es peor hacer una injusticia que padecerla.


Así, Sócrates no ignora que tiene “derecho humano a conservar su vida”, pero prima en él, el “derecho humano de los atenienses”, de los otros. Pues si se fuga realiza un acto de injusticia, peor aún que la recibida.


Hoy la teoría de los derechos humanos invirtió la ecuación y así viene a sostener la primacía del acreedor de derechos por sobre la obligación de ser justos.


Viene entonces la pregunta fundamental: ¿A qué debe el hombre otorgar primacía en el ámbito del obrar: a ser justo o a ser acreedor de derechos?


Sin lugar a dudas todo hombre de bien intenta ser justo en su obrar, sin por ello renunciar a sus derechos pero, si el acto justo implica posponer algún derecho, es seguro que el justo lo pospone.


Ello nos está indicando la primacía y la preferencia axiológica de lo justo sobre el derecho.

Si invertimos esta relación los derechos humanos terminan siendo concebidos como un disvalor.


De modo tal que, obviamente, no estamos en contra del rescate que los derechos humanos han realizado en cantidad de campos y dominios. Estamos en contra que la vida del hombre se piense limitada y girando exclusivamente sobre los derechos humanos.


Y así como el bien tiene una primacía ontológica sobre el deber porque el hombre no es bueno cuando realiza actos buenos, sino que el hombre realiza actos buenos cuando es bueno. Analógicamente, lo justo=ius la tiene sobre el derecho y la lex.





[1] Es cierto que se han producido éticas ateístas de la persona (Nicolai Hartmann) pero eso no dejó de ser un mero ejercicio filosófico que no jode a nadie.

GEORGE CAMPBELL


Enviado por José Antonio Sierra