viernes, 27 de abril de 2012

24 horas para salvar a las abejas (Avaaz)


Queridos amigos y amigas,

En silencio, y por todo el planeta, miles de millones de abejas están muriendo mientras nuestros cultivos y alimentos están en riesgo. Pero si Bayer dejase de vender un tipo específico de pesticidas, las podríamos salvar de su extinción.

Cuatro países europeos han empezado a prohibir estos venenos y como resultado, algunas poblaciones de abejas ya se están recuperando. Pero Bayer, el mayor productor de neonicotinoides, lleva tiempo haciendo lobby para que estos sigan en el mercado. Tras la enorme presión global de Avaaz y otros grupos, Bayer se ha visto obligado a reconsiderar los hechos. En 24 horas, sus accionistas votarán una moción decisiva que podría significar el principio del fin de estos tóxicos pesticidas. Actuemos juntos ahora para avergonzar públicamente a los accionistas para que dejen de matar a las abejas.

La presión está funcionando y ésta es nuestra mejor oportunidad para salvar a las abejas. Firma esta urgente petición y luego envíala a todo el mundo. ¡Alcancemos medio millón de firmas y mañana entregaremos la petición directamente a los accionistas en Alemania!

http://www.avaaz.org/es/bayer_save_the_bees/?vl

Las abejas no sólo hacen miel, su existencia es indispensable para la vida en en el planeta. Cada año, se encargan de polinizar plantas y cultivos cuyo valor estimado supera los 40 mil millones de dólares. En muchos países, esta cifra representa más de un tercio del suministro de alimentos a nivel nacional. Sin una acción inmediata para salvar a las abejas, muchos de nuestros vegetales favoritos, frutas, nueces y frutos secos, podrían desaparecer de nuestras despensas.

En los últimos años, hemos visto una rápida y preocupante disminución en las poblaciones de abejas a nivel global. Algunas especies ya han desaparecido, y queda solo el 4% de unas especies norteamericanas con respecto a sus cifras anteriores. Los científicos han buscado respuestas, y algunos estudios concluyen que la disminución puede tener su causa en una combinación de factores, incluyendo enfermedades, la pérdida del hábitat, y los químicos tóxicos. Pero cada vez más, estudios independientes están proporcionando evidencia señalando que los pesticidas (neonicotinoides) son los culpables. Francia, Italia, Eslovenia e incluso Alemania, donde se ubica la principal fábrica de Bayer, ya han prohibido uno de estos asesinos pesticidas. Pero Bayer sigue exportando su veneno por todo el mundo.

El tema está que arde a raíz de unos nuevos e importantes estudios que han corroborado la gravedad del problema. Si logramos que los accionistas de Bayer actúen, podríamos poner punto final a la influencia de Bayer sobre legisladores y científicos. Los verdaderos expertos – apicultores y agricultores – quieren que estos pesticidas mortales se prohiban, al menos hasta que haya investigaciones solidas e independientes que demuestren que son seguros. ¡Apoyémoslos! Firma ya la urgente petición dirigida a los accionistas de Bayer y reenvía este mensaje:

http://www.avaaz.org/es/bayer_save_the_bees/?vl

No podemos seguir permitiendo que nuestra delicada cadena alimentaria esté en manos de investigaciones producidas por compañías químicas y por los reguladores, a menudo dominados por los intereses de dichas empresas. La prohibición de estos pesticidas nos acercará a un mundo más seguro y limpio para nosotros, y también para las demás especies de las que dependemos y a las que queremos proteger.

Con esperanza,

Alice, Antonia, Mia, Luis, Ricken, Stephanie, Pascal, Iain, Ari y el resto del equipo de Avaaz

Más Información:

El declive de las abejas y su relación con los pesticidas (VeoVerde):
http://www.veoverde.com/2012/04/el-declive-de-las-abejas-y-su-relacion-con-los-pesticidas/

Un insecticida estaría terminando con las abejas (NeoTeo):
http://www.neoteo.com/un-insecticida-estaria-terminando-con-las-abejas

Las abejas ‘pican’ a Bayer (Universal News):
http://www.universalnews.net/es/internacional/denuncia/?n=3034-las-abejas-lsquopicanrsquo-a-bayer

Documento filtrado muestra que EPA permitió pesticidas tóxicos para las abejas

jueves, 26 de abril de 2012

La verdadera significación de Vilialar (Comunidad Castellana 1983)

La verdadera significación de Villalar

Un año más y -aunque en esta ocasión con menos aplicación por hallarse preferentemente dedicados a sus afanes electorales los ofícienles de la supuesta región «Castellano-leonesa»- volvemos a presenciar la tergiversación del significado de la derrota de Vilialar.

Para Comunidad Castellana, el día de Vilialar lejos de ser un símbolo castellano lo es del gigantesco embrollo que envuelve y ahoga la personalidad de Castilla, por lo que una vez más necesitamos salir al paso de este confusionismo.

Villalar representa un episodio de la lucha de los españoles todos por la democracia y la libertad, un combate trágicamente perdido contra el cesarismo, una lucha en la que de uno y otro lado participaron todos los reinos de las Coronas unidas de León y Castilla; en suma, un hecho no específicamente castellano, que comienza legalmente en las Cortes de los Reinos de León y Castilla, celebradas en Santiago y La Coruña. Siglos hacía que la verdadera Castilla había dejado de ser un Estado independiente cuando aquella trágica derrota; y comuneros hubo no sólo en Castilla sino en el reino de León, en Toledo en Extremadura, en Andalucía, en Murcia, y en el País Vasco.

Villalar, pues, pertenece a todas las regiones y países de los antiguos reinos que se alzaron contra el cesarismo imperial. Rechazamos el propósito que por algunos se persigue de secuestrar el significado de Villalar y vincularlo a la afirmación de la supuesta región «castellano-leonesa», de un pretendido o inexistente «pueblo castellano-leonés» y de una autonomía de «Castilla-León», que no es auténtica, carece de contenido popular y no tiene otro valor que el de la simple configuración de una nueva división administrativa, centralista, arbitraria y falsa.

Contrariamente, y en base a la realidad de nuestros dos pueblos sostenemos que hay dos regiones diferenciadas, la leonesa y la castellana, cuya amalgama, impuesta con gravísimo error por la clase política, niega el derecho constitucional del pueblo leonés y del pueblo castellano al reconocimiento de sus propia y respectiva identidad.

Castilla nº 19 abril-mayo 1983

viernes, 20 de abril de 2012

Seis razones por las que España ya no es una democracia (Marcos Paradinas)

Seis razones por las que España ya no es una democracia
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Por Marcos Paradinas.
“Lo llaman democracia y no lo es” ha sido uno de los lemas más coreados por los ciudadanos que esporádicamente se han echado a la calle desde el inicio de la crisis. A primera vista, podría parecer un eslogan facilón e incluso exagerado. A fin de cuentas, casi todos los años, de una u otra forma, los españoles nos convertimos en votantes y nos invitan a una “fiesta de la democracia”. Pero una democracia depende de muchísimos factores que van más allá de introducir una papeleta en una urna y que, paradójicamente caben resumidos en el primer artículo de la Constitución Española.

En esos primeros párrafos se lee que España es “un Estado democrático”, por lo que la soberanía nacional recae sobre “el pueblo español” (no sobre el Congreso, como cree la ministra del Despido Gratuito) y que nuestro sistema se sostiene sobre valores como “la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Echando la vista atrás a los primeros meses del Gobierno de Mariano Rajoy, se pueden encontrar bastantes motivos para pensar que el uso del término “democracia” es, cuando menos, cuestionable para definir a España.

1. La soberanía no está en el pueblo español: Hace un mes, Rajoy se plantó en Bruselas y anunció que el déficit de España sería el que él creyese oportuno: “Es una decisión soberana de los españoles”, dijo. Sólo le faltó pintarse la cara para emular a William Wallace. En menos de un par de semanas, Rajoy tuvo que recular su cifra de déficit hasta el 5,3%. Ni pa’ ti, ni pa’ mí. Y esta semana, en una triste nota de prensa, el Gobierno nos esconde un recorte de 10.000 millones con el único fin de alcanzar la cifra que en un primer momento le exigieron en Europa. En Braveheart, los rebeldes se levantaban la falda. Rajoy, en cambio, opta por la bajada de pantalones.

2. Las cuentas del Estado las lleva Alemania: No contento con esconder los presupuestos a la espera de colocar a Javier Arenas en Andalucía, Rajoy decidió que antes de aprobarlos era mejor que les echase un ojo un representante de Merkel. Volker Kauder dio el visto bueno a las cuentas, aunque su cara era un poema mientras el portavoz del PP, Alfonso Alonso, le enseñaba los balazos en el techo del Congreso. Ante la sospecha de que el enviado germano no entendiera muy bien el castellano y estuviera haciendo un paripé, el ministro de Economía, Luis de Guindos, adelantó los recortes en Sanidad y Educación en el Frankfurter Allegemeine, que tiene la ventaja de ser un diario ya traducido al alemán, con lo que Merkel podría coger el mensaje.

3. Las elecciones generales son fraudulentas: Una legislatura dura, por lo general, cuatro años. En ese plazo se entiende que la situación del país pueda cambiar y los gobernantes tengan que tomar decisiones no previstas. Pero lo que es inconcebible es que el compromiso con los votantes, el programa electoral, no tenga ningún valor al día siguiente de las elecciones. Si Rajoy no sabía cuál era la situación del país, es un incompetente. Si lo sabía, peor, porque significa que su mandato está corrupto, pues engañó a sabiendas a todos los votantes cuando prometió no subir los impuestos, no recortar en Sanidad y Educación o no aprobar el despido libre.

4. El Gobierno no da la cara ante los ciudadanos: En una democracia, el poder debe atenerse a mecanismos de control, y uno de estos lo ejercen los periodistas. Los presupuestos más restrictivos de la democracia debieron ser explicados por el mismísimo presidente del Gobierno, y no por sus ayudantes de cámara. Para colmo, al término de la rueda de prensa, los ministros que anunciaron semejantes recortes huyeron por la puerta trasera de la sala para no responder a los informadores.
En la pasada legislatura, Zapatero compareció en el Congreso para explicar el recorte de 15.000 millones de euros que también le exigían desde fuera. El Gobierno del PP, tan habituado a los recortes en sus primeros 100 días, cree en cambio que un tajo de 10.000 millones a la Sanidad y a la Educación puede despacharse con una nota colgada en la web de Moncloa. A este paso, cuando creen el copago nos avisarán por WhatsApp.

Y por último, la vergonzosa imagen de Mariano Rajoy, quedándose ante los periodistas del Senado más mudo que su muñeco de cera, y luego huyendo por el garaje en una escena a la que sólo le faltaba la música de Benny Hill. En su empeño por ser “transparente”, el Gobierno de Rajoy ha acabado siendo invisible.

5. Recorte de libertades: A la espera de que la patronal termine de redactar la reforma de la ley de huelga que quieren, el Gobierno ya ha anunciado que tratará casi como terroristas a quienes organicen protestas que luego acaben con algún acto de vandalismo. Además, protagonizar una sentada pacífica o impedir un deshaucio será considerado igual de grave que agredir a un policía (atentado a la autoridad). Para asegurarse que los protestones acaben entre rejas, se les pedirá un mínimo de dos años de prisión. De esta manera, los fiscales podrán pedir prisión preventiva para este nuevo modelo de “criminal”.

6. Violación del concepto de Justicia: Ahora mismo, en Barcelona ya hay en prisión dos jóvenes universitarios acusados de vandalismo durante la Huelga General. Sin embargo, ¿cuántos contenedores hay que quemar para generar un daño económico similar al causado por la cleptomanía de Jaume Matas? Muchos, pero eso no impide que el expresidente balear se pasee por la calle sin unos grilletes en los tobillos.

Y si la ley se empeña en llevar la contraria a los privilegios de los grandes ladrones, para eso está la prerrogativa del indulto, que lo mismo vale para salvar la honra de un banquero condenado como para perdonar a unos corruptos de CiU.

Evidentemente, es exagerado y falaz decir que vivimos bajo una dictadura. Pero que no lo llamen democracia, porque no lo es.

Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural

jueves, 19 de abril de 2012

Banco sueco que presta dinero sin intereses

Posible SPAN  EL BANCO SUECO QUE PRESTA DINERO SIN INTERESES


  UNICAMENTE HAY QUE PAGAR UNA PEQUEÑA TASA, QUE SIRVE COMO SUELDO A LOS EMPLEADOS
 Érase una vez una cooperativa de 36.500 miembros que era dueña de un  banco. Un banco a través del cual los miembros de la cooperativa se  prestan dinero unos a otros sin intereses. No es un cuento de hadas,   existe en Suecia y se llama JAK.
 Las oficinas de la cooperativa bancaria están por todo el país: en
  casa de cada miembro, en cada taller, en cada huerto... JAK es una  asociación, también es un banco, pero por encima de todo es un   movimiento social. Un movimiento social que nació en 1965 y que no   para de crecer.
 Prestar dinero sin intereses no es nada nuevo. Fijémonos por ejemplo   en una familia o un grupo de amigos. La novedad es el tamaño del   grupo. No se trata de 5, 10 o 15 personas, sino de 36.500   (aproximadamente 1.500 miembros nuevos cada año). 

Una de las críticas   de JAK a los intereses es que perjudican al 90% de la población. El   único sector de la sociedad que se beneficia de que nuestro sistema de   ahorros/préstamos funcione con intereses es el sector más rico de la   sociedad. Es decir: el 90% de nosotros salimos perdiendo, mientras el   10% de nosotros sale ganando. 


 Los préstamos de JAK no son gratis. Para serlo, la cooperativa tendría   que funcionar sólo con el trabajo de voluntarios, y aunque en un   principio fue así, llegó un momento en que el número de miembros   creció tanto que la cooperativa necesitó profesionalizarse. Hoy, JAK  cuenta con aproximadamente 30 empleados a los que tiene que pagar un   sueldo.
 Y no sólo eso, también tiene otros gastos fijos. JAK es, por lo tanto,   una cooperativa que ofrece un servicio profesional a sus miembros.  Para pagar este servicio, los beneficiarios de los préstamos tienen   que pagar una tasa administrativa. Es el coste real del préstamo.
 Para asegurar que el sistema no se pare y que nuevos miembros puedan  beneficiarse de préstamos sin intereses, JAK incluye en sus préstamos   una cláusula de ahorro obligatorio. En pocas palabras: si tomas   prestado 50.000 euros a devolver en 20 años, JAK te obliga a ir   ahorrando otros 50.000 euros en una cuenta paralela y blindada. Cuando   has acabado de devolver el préstamo, JAK te abre la cuenta y puedes   disponer de los 50.000 euros.
 ¿Que ha hecho JAK durante todo ese tiempo con tu dinero? ¡Prestarlo a   otros miembros! JAK es una cooperativa democrática que da mucha   importancia a la formación de sus miembros. Invierte dinero en ello y   no lo hace en publicidad. Los miembros asisten a cursos organizados   por JAK y con ello están mejor preparados para presentarlo a todos sus   contactos.
 JAK también apoya a otros proyectos que quieran sacar adelante
  iniciativas similares en otros países. Una asociación italiana lo está   intentando actualmente. (Fuente: Noticias curiosas) 


 UNAS PREGUNTAS INCÓMODAS:
 ¿Por qué ningún político de ningún partido ha nombrado ni propuesto   este sistema como una de las más efectivas salidas de la crisis...?
  ¿Tendrá algo que ver con la deuda que todos los partidos mantienen con  la banca?
 ¿Qué sucedería si hiciéramos evolucionar nuestra democracia de forma  que votáramos los acuerdos y leyes que nos afectan en vez de dejarlos   en manos de políticos que están hipotecados y controlados por bancos y   grandes corporaciones empresariales?
 ¿No aprobaríamos por mayoría absoluta la creación sistemática de este  tipo de cooperativas, que además de ahorrar mucho dinero a las  economías familiares, garantizarían que nunca se volverá a dar en el  futuro una crisis financiera como la que aún estamos padeciendo?
 La Cumbre de Copenhage, como era previsible, ha sido un fracaso y se   ha impuesto, una vez más, la codicia sobre el interés colectivo.
  ¿Hubiera sucedido esto si los acuerdos hubieran sido votados por todos  los ciudadanos del mundo, por todos los afectados por el grave  problema? ¿No habríamos votado mayoritariamente que la industria y la   banca redujeran en tan sólo un 3% sus beneficios, suficiente para   detener el cambio climático y, de paso, terminar con la vergonzosa   muerte diaria de 23.000 niños por causas evitables? ¿Qué habría votado   usted?


 COMPARTA Y EXTIENDA LA IDEA DE UNA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA, ES EL   MÉTODO MÁS EFECTIVO Y PACÍFICO DE TRANSFORMACIÓN, MEJORA Y AVANCE   SOCIAL.


 (SI COINCIDE CON ESTAS PROPUESTAS, REENVÍE ESTA INFORMACIÓN A SUS   AMISTADES, CON ESE SIMPLE GESTO ESTARÁ CONTRIBUYENDO A CONSTRUIR UN   FUTURO MEJOR)
 CADA DÍA SON MÁS LAS PERSONAS, DE DIFERENTES IDEOLOGÍAS Y DE TODAS PARTES DEL MUNDO, QUE COMPRENDEN QUE NUESTRO SISTEMA SOCIAL DEBE  EVOLUCIONAR Y BUSCAR UN MÉTODO QUE SOLUCIONE EFICAZMENTE LOS GRAVES   PROBLEMAS QUE PADECE EL MUNDO, DONDE LAS DECISIONES REALES SON TOMADAS   POR UN REDUCIDO GRUPO DE CORPORACIONES MULTINACIONALES CON ENORME PODER.
  LA HUMANIDAD YA CUENTA CON LOS MEDIOS TECNOLÓGICOS PARA CREAR UN MUNDO   MUCHO MEJOR Y MÁS JUSTO, SÓLO FALTA APLICAR DICHOS MEDIOS.

jueves, 12 de abril de 2012

LA CONCEPCIÓN "CASTELLANA" DE ESPAÑA (Memorial de Castilla, Manuel Gonzalez Herrero, Segovia 1983)



LA CONCEPCIÓN “CASTELLANA” DE ESPAÑA

En 1921 Ortega y Gasset escribía en su España in­vertebrada una frase terrible: «Castilla ha hecho a Es­paña y Castilla la ha deshecho.»

Difícilmente ,hubiera podido acuñarse una senten­cia más errónea, más injusta y más perjudicial. En esa frase, dictada desde un frívolo esteticismo literario, desde la soberbia de la cultura centralista -la que el profesor Aranguren ha llamado la cultura establecida en Madrid-, que ignora olímpicamente las realidades culturales de las provincias y regiones de España, se condensa toda la falsa mitología de Castilla: la histo­ria castellana de España, la concepción castellana del país, la España castellana, en una palabra la identifi­cación y confusión de Castilla con el Estado español. España es hechura de Castilla y tanto las glorias como los excesos y responsabilidades del Estado han de atri­buirse a Castilla.

Por consiguiente, la Castilla hegemónica, de voca­ción universal e imperial, es responsable del unitaris­mo, del centralismo, del imperialismo, de la opresión y sojuzgamiento de los otros pueblos españoles y, en definitiva, del fracaso de la historia española, al no haberse logrado una fecunda articulación de España.

Este es el pensamiento de Ortega y, en general, de los escritores de la generación del 98, sobre una Cas­tilla literaria, inventada y falsa. Así, Unamuno escri­birá que Castilla fue la que en España llevó a cabo la unificación; Castilla ocupaba el centro y el espíritu castellano era el más centralizador, a la par que el más expansivo, el que para imponer su ideal de unidad, se salió de sí mismo; Castilla se puso a la cabeza de la monarquía española y dio tono y espíritu a toda ella; paralizó los centros reguladores de los demás pueblos hispánicos, inhibiéndoles la conciencia histórica en gran parte; les echó en ella su idea, la idea, del unitarismo conquistador, y esta idea se desarrolló y siguió su his­toria.

Es obvio que se trata solamente de literatura. Pero es lamentable su ligereza, la falta de rigor y funda­mento que la caracteriza. Esos juicios nada tienen que ver con la realidad histórica, con la función que Cas­tilla ha desempeñado verdaderamente en la historia de España. Porque Castilla, el pueblo y el estado caste­llano -cuando éste ha existido- ni ha ejercido nin­guna dominación ni ha oprimido a los otros pueblos españoles.
Castilla ha sido la primera víctima, y una de las más sacrificadas, del Estado español.

Ortega desarrolla la mitificación de Castilla como creadora de España hasta extremos increíbles, por lo disparatados. «Porque no se le dé vueltas: España es una cosa hecha por Castilla y hay razones para ir sos­pechando que en general sólo cabezas castellanas tienen órganos adecuados para percibir el gran problema de la España integral. Desde un principio se advierte que Castilla sabe mandar. No hay más que ver la energía con que acierta a mandarse a sí misma. Ser emperador de sí mismo es la primera condición para imperar a los demás. Castilla se afana por superar en su propio co­razón la tendencia al hermetismo aldeano, a la visión angosta de los intereses inmediatos, que, reina en los demás pueblos ibéricos. Castilla acertó á superar sus propios particularismos e invitó a los demás pueblos para que colaboraran en un gigantesco proyecto de vida común. Inventa Castilla grandes empresas inci­tantes, que pone al servicio de grandes ideas jurídicas, morales, religiosas, y dibuja un plan sugestivo de or­den social.»

Esta pretendida sublimación de Castilla
es perfec­tamente falsa. Como lo es el papel subalterno, estrecho y mezquino que Ortega adjudica, de modo tan gratuito como poco, integrador, a los otros pueblos españoles. Los castellanos no estamos más ni menos calificados que los otros españoles para entender a España y para con­cebir una patria entera y solidaria, ni nuestra visión histórica ha sido más universal y lúcida que la de los demás.

Castilla es un pueblo sencillo, modesto y llano; que a lo largo de su historia lo que ha manifestado es una acusada tendencia a la igualdad social; a la considera­ción y respeto de la dignidad y libertades de las perso­nas; a los usos democráticos, vividos realmente en la convivencia cotidiana de sus comunidades;
a la regula­ción foral, es decir autonómica, de los diferentes orga­nismos sociales que han integrado el país. Precisamen­te por su instinto igualitario y democrático, los caste­llanos no se han planteado nunca la aspiración de man­dar a los demás; y, entiéndase bien, no les han mandado.

Cuando Ortega insiste en el absolutismo castellano, en que el imperio español es un imperio castellano y en que España es lo que Castilla quiso que fuera -.«la misión de Castilla fue reducir a unidad las variedades peninsulares»- está
confundiendo lamentablemente a Castilla, al pueblo castellano, con , el Estado español. Castilla protagonizó su propia historia -pueblo y reino castellano- hasta el siglo xIIIi, cuando se produce la unión definitiva; de las coronas de León y Castilla. En­tonces Castilla es absorbida por el nuevo Estado global, que realmente es la monarquía leonesa, con su política señorial e imperial, diametralmente opuesta a las tra­diciones castellanas. En esa monarquía, núcleo de la que habría de ser el Estado español, Castilla es sólo uno de los pueblos sujetos a sus estructuras de poder, como lo están igualmente los vascos, leoneses, asturia­nos, gallegos, extremeños, manchegos, andaluces, mur­cianos o canarios; y, andando el tiempo, los pueblos de América.

Decir que ese imperio absolutista es «castellano» nos parece demasiado; o, más claro, imperdonable. Por­que la verdad es muy distinta. Dicho con palabras de Bosch-Gimpera, el ilustre historiador catalán, la verdad es que «Castilla, la auténtica, fue también víctima de la misma superestructura estatal que los demás pueblos españoles. No fue Castilla la que realizó la unidad, sino un Estado,
herencia del imperialismo de los reyes leo­neses, que con su ambición de dominio dificultaron el acuerdo y que en realidad se superpuso a los pueblos españoles y a la misma Castilla, que fue la que primero perdió sus libertades democráticas». Y en otro lugar, saliendo al paso de la fantasía castellanista, de la Es­paña castellana de Ortega, añade: «No creemos que la aventura religiosa de Europa y las guerras de Flandes fuesen nunca una idea del pueblo de Castilla: eran sólo delirios de Felipe II. En cuanto a las demás empkre­sas incitantes, como las de matar y expulsar judíos y moriscos, difícilmente las creeríamos inventadas por Castilla.»

Lo curioso, y lo contradictorio, de Ortega es que, después de alabar la superioridad de las concepciones castellanas respecto de los otros pueblos peninsulares -según su particular retórica-, llegan otros momen­tos en que cuelga a los castellanos sambenitos tan odio­sos como injustos. «Frente al yerro, la hoguera; contra el disidente, el acero, y para el hereje, la castellanisima fórmula de la Inquisición.» ¿Dónde quedaron las gran­des empresas incitantes y los grandes ideales que se dicen promovidos por Castilla? ¿Qué culpa tienen los castellanos de la Inquisición? Acaso convenga recordar aquí que
el Santo Oficio no tuvo existencia en el reino de Castilla, a diferencia de otros países españoles, hasta que a finales del siglo xv se fundó la moderna Inquisi­ción de España.

También yerra Ortega cuando pontifica sobre la supuesta vocación universal de Castilla. «Universalismo o nada, tal es el lema de Castilla», dice. Pero cabe pre­guntar, ¿de qué Castilla habla Ortega? ¿Se refiere a los pueblos castellanos o a las ambiciones de la corona llamada de León y Castilla, es decir del Estado español? No veo por ninguna parte la «vocación universal» de los castellanos ni su interés por los horizontes imperiales. Por el contrario, me parece más bien que los castella­nos --como los vascos, nuestros primos hermano - somos un pueblo limitado,
quizá excesivamente localista, que centramos nuestro interés fundamental en el entorno humano de que formamos parte. Tal vez sea un efecto del sentido de la dignidad y del propio valer que tienen los hombres de esta tierra. La comu­nidad humana en que vivimos es nuestro pequeño mun­do, prácticamente completo, en el que nos sentimos realizados y a gusto; y es difícil para los castellanos re­montar ese horizonte. Su pueblo y su comarca son su verdadera casa, donde ese agota todo su interés. Más allá de este ámbito naturalmente abarcable, necesitamos un esfuerzo de reflexión, y de ahí, entre otras razones, las dificultades con que tropezamos en Castilla, sin ir más lejos, para un despertar de la conciencia regional.

Debemos dar nuestro parecer de que
Ortega no ha en­tendido a Castilla: ni a su tierra ni a su pueblo. Una y otra vez identifica a Castilla con la meseta, con la llanu­ra horizontal e inacabable; que, por cierto, no es caste­llana sino leonesa o manchega. Ortega ignora la Castilla montañesa y serrana, la de las altas tierras, páramos, macizos y sierras que forman la base geográfica del país castellano. «Castilla es ancha y plana, como el pecho de un varón; otras tierras, en cambio, están hechas con va­lles angostos y rendondos collados, como el pecho de una mujer», dice en El Espectador. Pero la realidad es que esta región, la auténtica Castilla, no es ancha ni plana, sino que conforma un país predominantemente monta­ñoso, movido y diverso, integrado por la cordillera can­tábrica, los densos macizos de las sierras celtibérícas y los accidentados escarpes, surcados de valles y serrezue­las, que descienden hacia las mesetas de León y La Man­cha.

El desconocimiento de Castilla, la confusión de este país con otras regiones -Tierra de Campos o La Man­cha- le lleva a calificar a Castilla como campo de so­ledades. «Hay comarcas que despiden al hombre del cam­po y lo recluyen en la ciudad. Esto acontece en Castilla; se habita en la villa y se va al campo a trabajar bajo el sol, bajo el hielo, para arrancar a la gleba áspera un poco de pan. Hecha la dura faena, el hombre huye del campo y se recoge en la ciudad. De esta manera se en­gendran las soledades' castellanas, donde el campo se ha quedado solo, sin una habitación o humano perfil du­rante leguas y leguas».

¿Qué Castilla es ésta, qué Castilla está viendo el es­critor? Desde cualquier lugar de la verdadera Castilla es fácil divisar tres o cuatro pueblos, aldeas o caseríos. Cer­canos están los unos a los otros, bien visibles las torres y, a veces, como dándose la mano. Labriegos, pastores, guar­das, cazadores o trajinantes pueblan este campo y sus caminos. La soledad no puede aquí medirse por leguas. Sólo ahora, en la postración en que ha sido sumida esta tierra, decrece la vieja animación campesina y se apa­gan los cantos de arada que resonaban de besana en be­sana; o los de escardo o de siega o de acarreo.

Ortega se recrea en el tópico del campo castellano desolado. «En Castilla el campo es mudo; campo sin can­ciones en la imperial lontananza de la meseta.» Pala­bras huecas, retórica vacía. Pero el escritor cree -como el ofuscado poeta de la primera época machadiana­que se trata de un pueblo de «atónitos palurdos sin dan­zas ni canciones». La realidad es otra. Ni la tierra es triste ni el pueblo está pasmado. Es un pueblo despierto y creador. Su folklore musical es de los más ricos y va­liosos de España.

La idea de la Castilla mesetaria es buena para elu­cubraciones literarias en torno a un supuesto hombre castellano que poco tiene que ver con la realidad. «El aire de la meseta, seco y esencial -escribe la vacua, pero brillante fantasía de Ortega-, toca una y otra vez con sus dedos sutiles de hipnotizador las pobres fibras de nuestros nervios y las va poniendo tensas, tirantes, vi­brantes como cuerdas de arpa, como trenzas de ballesta, como jarcias de nave atormentada. Cualquier cosa, la más leve, nos hace retemblar de los pies a la cabeza. El castellano queda de esta suerte convertido en un apara­to peligroso: para él vivir es dispararse. Acaso sea injus­to pedirnos otra cosa que obras excesivas y actos de exal­tación para la mayor gloria de Dios, el dios terrible de Castilla, se entiende, que pasa en agosto a horcajadas sobre el sol, recorriendo sus dominios. Dicen algunos que merced a eso tenernos los castellanos cierta gloriosa pro­pensión al heroísmo.»

Este hombre imperial, heroico, nervioso, agitado, des­mesurado y violento me parece que no es el verdadero hombre que puebla y trabaja la tierra de Castilla. Nada es aquí terrible ni atroz ni desmedido. Los castellanos son un pueblo sosegado y discreto.

Por su parte, Unamuno conecta su pensamiento, con­tradicciones y paradojas con Ortega. Don Miguel ve en Castilla un paisaje monoteístico, un campo infinito en que, sin perderse, se achica el hombre y en que se siente en medio de la sequía de los campos sequedades del alma.
«Recórrense a las veces leguas y más leguas desiertas sin divisar apenas más que la llanura inacabable donde verdea el trigo o amarillea el rastrojo» (En torno al cas­ticismo). Pero en otros momentos Unamuno se corrige y cantará a una tierra de Castilla que es nervuda y se levanta en la rugosa palma de su mano; y, con más asien­to, reconoce el genuino paisaje castellano; «La idea ge­neral corriente se figura a Castilla como un vasto pára­mo donde amarillea el rastrojo, monótono, tendido, ári­do; apenas se tiene en cuenta que Castilla está llena de sierras bravas y que su espina central, entre las cuencas del Duero y del Tajo, esa cordillera que ensarta las sierras de Guadarrama, Gredos, Béjar, Francia y Gata, es lo más hermoso que puede verse.»

La concepción de la España «castellana», la, idea pseu­docastellana de España, ha permanecido generalizada y como un lugar común en los medios de la cultura espa­ñola instalada en Madrid. El mismo Menéndez Pidal su­cumbe al tópico y en La España del Cid escribe que «sin duda, la idea tan repetida de que Castilla creó a España tiene mucho de cierto, como lo tienen casi todas las ideas corrientes. Castilla, sobre todo desde el siglo XIII, sobre­salió entre las, otras comarcas hermanas por ver las co­sas que atañen a la vida total de España con una vehe­mencia y generosidad superiores, y es cierto que, desde el siglo xv, logró y dirigió la unificación política moder­na. Por eso se cree que la idea de España es una invención castellana, y hasta entre los doctos en historia está arrai­gada la opinión de que durante la edad media no había ni asomos de un concepto unitario en la Península.»

Don Ramón olvida que, precisamente desde el si­glo xIII, con la unión definitiva de ambas coronas, Casti­lla ha perdido su personalidad política al ser absorbida, por la monarquía de León,
cuyos esquemas políticos y sociales eran opuestos a las tradiciones democráticas de la sociedad castellana, y que en adelante el Estado, aun­que usurpe el nombre de Castilla, no es castellano. Y se contradice cuando, unas líneas más adelante, cae en la cuenta de que «la idea nacional española tenía, durante la alta edad media, una permanente expresión política en el carácter de emperador que se atribuía al rey leonés, como superior jerárquico de los demás soberanos de Es­paña. No fue, pues, Castilla sino León el primer foco de la idea unitaria después de la ruina de la España goda».

El tópico de la «España castellana» ha sido particu­larmente asumido, como idea picuda, que diría Ganivet, en los pueblos periféricos, particularmente Cataluña. Esa falsa idea ha servido para el sufrimiento de estos pue­blos, para dar lugar a un sentimiento de marginación y frustración respecto de España, y por lógica vía de re­torsión, para utilizarla como arma arrojadiza contra Cas­tilla y para fomentar una insolidaridad española.

Los catalanes se han sentido históricamente oprimi­dos por Castilla, precisamente por esa su incierta iden­tificación con el Estado español. He aquí que los caste­llanos,
siendo realmente las primeras víctimas del cen­tralismo del Estado, que primero les ha vaciado de sus instituciones y cultura propias, y últimamente les ha puesto en situación de dependencia y coloniaje, al servi­cio del crecimiento económico de las áreas más desarro­lladas del país, expoliando a Castilla de todos sus recur­sos humanos y económicos, aparecen como los opresores de Cataluña. Difícilmente podrá darse una mayor injus­ticia.

Pero es natural que los catalanes se sientan dolidos con el planteamiento castellanista de España. Porque, como ha escrito recientemente, refutando a Ortega, un distinguido catalán, el profesor Trías Fargas, «¿me quie­ren decir ustedes qué misión se reserva en esa España supuestamente de todos a esos catalanes tan aldeanos, de visión tan angosta e interesada, tan herméticos y ce­rrados?»
El prejuicio de Cataluña contra Castilla -no contra la genuina, que han ignorado, sino contra esa ficticia Castilla forjadora de España, elaborada por el 98 y la cultura de Madrid- es una constante del pensamiento y la actitud catalanista y ha mantenido una atmósfera de incomprensión y recelo que ha dificultado gravemen­te la integración cordial y fecunda de los pueblos de Es­paña.

Pi y Margall escribe en Las nacionalidades que «Cas­tilla fue, entre las naciones de España, la primera que perdió sus libertades. Esclava, sirvió de instrumento para destruir las de los otros pueblos; acabó con las de Ara­gón y las de Cataluña bajo el primero de los Borbones».

Antonio Rovira y Virgili, en El nacionalismo catalán, afirmaba que «es pueril negar el carácter de dominación castellana que tiene el actual régimen centralista de España»; se trata de la España castellana y los senti­mientos hostiles de los catalanes, en épocas determina­das, «se han dirigido contra España, o contra Castilla, por sentirse heridos o vejados por ella». Rovira estima que cuando «los unitaristas castellanos» han concebido un plan de unidad española, no han tenido en cuenta las variedades peninsulares, sino que se han limitado a unificar la Península, sometiéndola a la manera de ser de Castilla. «Al hablar del alma española no piensan más que en el alma castellana. Su España, en realidad, no es más que Castilla.»

Rovira y Virgili padece la consabida confusión entre Castilla y las estructuras de poder del Estado español; bien opuestas, por cierto, al genio castellano. Rovira cen­tra su atención en el programa de Gobierno que el conde-­duque de Olivares exponía a Felipe IV: «Hay que reducir todos los reinos de la Corona al estilo y leyes de Castilla.» Pero Rovira no cae en la cuenta de que estas llamadas «leyes de Castilla» son las de la monarquía española, no las del pueblo castellano.
El derecho foral de Castilla, ha­bía sido liquidado en un proceso que se inicia con las dis­posiciones anticomuneras de Fernando III y Alfonso X, se continúa con la recepción del derecho romano a través de las Partidas y la imposición del Fuero Real y se consuma con el Ordenamiento de Alcalá y las leyes de Toro, que consagran absolutamente la aplicación del de­recho real y excluyen los fueros y costumbres de la tierra.

Don Manuel Azaña, -en el famoso discurso de las Cons­tituyentes, que pronuncia en la discusión del Estatuto de Cataluña en 1931, reivindica la Castilla auténtica y po­pular, que no ha intentado nunca esclavizar a los otros pueblos españoles ni ha ejercido sobre ellos esa preten­dida hegemonía.

En el mismo debate parlamentario Sánchez Albornoz sale al paso del terrible apóstrofe orteguiano -Castilla ha hecho a España y Castilla la ha deshecho- y corrige: Castilla hizo a España y España deshizo a Castilla. Esta frase es sólo parcialmente exacta. Como venimos dicien­do,
Castilla, no ha creado a España, que, para bien o para mal, es obra de todos. Pero es desgraciadamente cierto que España, mejor dicho el Estado español, a través de sus formulaciones históricas, ha deshecho a Castilla, y, ;para rematar, en la última versión padecida, ha expoliado al pueblo castellano dejándole en trance de muerte colectiva.

En los últimos años Julián Marías viene predicando una tercera proposición: Castilla se hizo España. Dice que la empresa de «hacer España» consistió muy prin­cipalmente en que Castilla se hizo España descastella­nizándose como forma particular: Castilla se transfor­ma, pierde su castellanla exclusiva, se españoliza y al hacerse España, «fundó la primera nación moderna e inventó las Españas». Por eso entiende Marías que Cas­tilla no puede ser castellanista --«porque dejaría de ser castellana»- y no puede haber un nacionalismo caste llano. La misión que atribuye a Castilla es la de afir­marse como potencia de españolización.

En este momento histórico en que los pueblos es­pañoles se esfuerzan afanosamente por encontrar su propia identidad -desfigurada por siglos de opresio­nes-, para articular entre todos una España solidaria, Marías reserva a Castilla, el extraño papel de prescindir de sí misma y dedicarse a proyectar la hispanización de los demás. Es decir, en una palabra, a continuar ejer­ciendo el supuesto protagonismo --poco grato a los pue­blos hermanos- de la «Castilla española».

Otra vez vuelve a ignorarse que Castilla no es el poder central, ni las estructuras de Madrid, ni el reino de Castilla y León. Castilla es un pueblo, o si se quiere una región -así lo reconoce Marías, por lo que su pen­samiento en este tema se mueve en un marco de contra­dicciones--, y carece de sentido atribuirle en exclusiva tanto las glorias como los errores y abusos del poder es­pañol.

La moderna historiografía catalana ha revisado en profundidad los viejos prejuicios anticastellanos y ha venido a encontrarse con la realidad histórica, popular y cultural de la auténtica Castilla:
un pueblo renova­dor y progresivo, imbuido de un sentido igualitario y democrático de la vida, que cuando consigue emanci­parse de la monarquía de León y fundar su propio es­tado, da lugar a la primera democracia europea. Con la anexión de Castilla a la corona llamada castellano-leo­nesa, germen del Estado español, Castilla pasa a ser sólo una de las partes sujetas a una estructura global de poder. El pueblo castellano no ha oprimido a nadie.

El mismo Rovira y Virgili rectifica su concepto de Castilla. En 1938 pronuncia en el Ateneo de Barcelona, estas nobles palabras: «Yo no he acusado nunca a Cas­tilla de la caída de Cataluña. Yo he acusado a la mo­narquía. No fue Castilla la que oprimió a Cataluña, sino la Casa de Austria. Yo siempre he creído que Castilla es un gran pueblo, propicio a las más nobles gestas. Cataluña y Castilla son dos pueblos de un gran espíri­tu, excelentemente dotados para acometer y llevar a término grandes empresas.»

En definitiva, estas empresas, y en primer lugar la de una articulación fraterna y fecunda de la comunidad española, son las que se ofrecen, y de las que sin duda son capaces, a todos los pueblos que la integran, y que habrán de llevarla a cabo en pie de igualdad.
La clave radica en el interrogante que se hacía Bosch­Gimpera: ¿Dónde está la verdadera España y su verda­dera tradición, en la que pueden hermanarse todos, leo­neses, asturianos, gallegos, vascos, castellanos, extre­meños, manchegos, andaluces, murcianos, canarios, ca­talanes, aragoneses y valencianos? En España hay que buscarla debajo de las estructuras que la han ahogado secularmente.

(Memorial de Castilla, Manuel González Herrero, Segovia 1983.pp 119-131)

lunes, 9 de abril de 2012

Electricidad, consumo 0 (mensaje de la red)

IBERDROLA SE QUEJA DEL "CONSUMO 0" 

       NOS VEREMOS EN EL APAGÓN, A OSCURAS CLARO. 

POR FIN HAY DATOS SOBRE EL APAGÓN.. 

SEGÚN FUENTES EXTRAOFICIALES, POR SUPUESTO, FUE SECUNDADO APROXIMADAMENTE POR MÁS DE UN TERCIO DE LOS HOGARES ESPAÑOLES (UNOS 8 MILLONES DE HOGARES) QUE CON EL CONSUMO APROXIMADO, CON CALEFACCIÓN INCLUIDA, DE 1 KW EN MEDIA HORA CADA UNO, Y TENIENDO EN CUENTA QUE EL KW NOS LO COBRAN A 0'12 €, IBERDROLA DEJÓ DE INGRESAR EN SUS ARCAS 960.000 €. 

CASI UN MILLÓN DE EUROS MENOS.

Y NO SÓLO ESO SINO QUE HACIENDA, QUE DIÓ LIBERTAD DE PRECIOS, DEJÓ DE INGRESAR POR EL IVA LA CANTIDAD APROXIMADA DE 173.000 €, CASI 29 MILLONES DE LAS ANTIGUAS PESETAS. 

DOS PÁJAROS DE UN TIRO.

AL PARECER, LOS DE IBERDROLA ESTÁN MUY PREOCUPADOS POR LA PÉRDIDA ECONÓMICA. HAGAMOS QUE SE REPITA Y SE AUMENTE. 

APÚNTATE AL COLECTIVO "LOS MARTES CONSUMO CERO".

ESTE MARTES REPETIMOS DE 22:00 A 22:30. 

ASÍ TODOS LOS MARTES, HASTA QUE BAJEN EL AUMENTO AL I.P.C.

LA FORMA QUE TIENE EL PUEBLO LLANO DE LUCHAR CONTRA LAS INJUSTICIAS. NO LES DEMOS NUESTRO DINERO A LOS RICOS PARA QUE SEAN MÁS RICOS. NUESTRO DINERO PARA NOSOTROS. 

TODOS LOS MARTES DE 22:00 A 22:30,

"CONSUMO 0". 

PÁSALO

España: días para ponerle coto a la corrupción (Avaaz)

Queridas amigas y amigos, 


El gobierno ha presentado un anteproyecto de ley sobre transparencia lleno de agujeros, y demasiado débil para ponerle coto a la desenfrenada corrupción y mal gobierno que sofocan nuestra democracia. Pero la consulta abierta nos ofrece una gran oportunidad para generar un ensordecedor llamamiento por una ley exhaustiva y sin trampas. ¡Firma nuestra petición y corre la voz!


En estos momentos, nuestro gobierno está debatiendo una ley sobre transparencia que podría ponerle coto a la desenfrenada corrupción que nos afecta. Pero ministros clave están impulsando un texto lleno de agujeros y excepciones, en un intento de socavar nuestras aspiraciones de lograr un gobierno más justo y honesto. Apenas nos quedan unos días para detenerlos. 


El gobierno ha abierto un proceso de consulta pública, dando a los ciudadanos 15 días para responder a su débil anteproyecto de ley. Esta es nuestra mejor oportunidad para inundar a nuestros gobernantes con un ensordecedor llamamiento por una ley sobre transparencia fuerte, sin trampas ni lagunas, y que garantice la publicación completa de toda la información relevante en manos de las instituciones públicas y de aquellos entes privados que ejercen funciones públicas o reciben fondos del estado.


Asegurémonos de que nuestras voces se escuchan alto y fuerte antes de que se cierre el periodo de consulta la semana próxima. Haz clic abajo para firmar la petición pidiéndole al gobierno que revise y presente un nuevo anteproyecto de ley sobre transparencia más fuerte y exhaustivo que contribuya a levantar el velo de secretismo e impunidad que sofoca nuestra democracia. Nuestro mensaje será entregado antes del cierre de la consulta el próximo Martes: 




Durante décadas, nuestra cultura de secretismo ha sido un terreno abonado para las prácticas corruptas: contratos y licitaciones públicas irregulares, especulación urbanística, facturación fraudulenta, y mucho más. Todo ello ha ocasionado una hemorragia constante en nuestros impuestos y recursos públicos. Aun así, España continúa siendo el único país de la Unión Europea con más de 1 millón de habitantes que no cuenta con leyes que regulan el acceso de los ciudadanos a la información pública. 


Los ciudadanos no podemos preguntar a nuestras instituciones públicas cómo y en qué se gastan nuestros impuestos, ni solicitar información crítica acerca de nuestros servicios de salud y educación, y a menudo se niegan a informarnos sobre sobre posibles riesgos medioambientales que repercuten en nuestra seguridad y bienestar. Escándalos de la magnitud de Gürtel, Palma Arena, los ERE y la SGAE podrían haber sido detectados y frenados mucho antes si hubiéramos tenido un marco legal y unos mecanismos eficaces de transparencia y acceso a la información pública. 


La nueva ley de transparencia nos ofrece una oportunidad sin precedentes para darle un vuelco a la plaga de la corrupción y nepotismo en España, pero el anteproyecto presentado por el gobierno constituye apenas un paso de hormiga en la dirección adecuada. Voces expertas como Access Info Europe, ONG con la que Avaaz está trabajando en esta campaña, opinan que a menos que sea mejorada sustancialmente, la nueva ley acabará convirtiéndose en un instrumento estéril, ya que excluye de su aplicación actividades cruciales llevadas a cabo por instituciones clave como el Parlamento, la Casa Real y el poder judicial. Asimismo, permite la aplicación arbitraria de un amplio elenco de excepciones que prevalecerían sobre el interés público. 


Con nuestra economía patas arriba, cortes feroces a los servicios públicos y la corrupción campando a sus anchas en muchas de nuestras instituciones, está en nuestras manos tomar las riendas y construir una enorme ola de apoyo público en favor de una ley de transparencia fuerte que haga mella en nuestra cultura de opacidad y de mal gobierno impune. Firma la petición y compártela con todo el mundo:




A lo largo del planeta, nuestra comunidad Avaaz está enfrentándose con audacia a la corrupción y logrando importantes victorias: como en Brasil, dónde ayudamos a que se adoptase la histórica ley "Ficha Limpa"; on en nuestra lucha contra la mafia mediática de Rupert Murdoch en el Reino Unido y en otros países. El año pasado, aquí en España, fuimos más de 108.000 los que ayudamos a arrojar luz sobre el escándalo de las decenas de candidatos corruptos incluidos en las listas electorales. ¡Rompamos ahora el funesto bloqueo informativo a que nos encontramos sometidos los ciudadanos!


Con esperanza y determinación, 


Luis, Morgan, Emma, Alice, Ricken, Giulia, Maria Paz y el resto del equipo de Avaaz. 


Más Información:  


El Gobierno presenta la ley de transparencia y acceso a la información (RTVE):




Las diez principales carencias de la Ley de Transparencia (La información):




El anteproyecto de ley de transparencia deja fuera demasiada información (Análisis de Access Info Europe):




Una ley de Transparencia llena de limitaciones y ambigüedades (Público):




Propuesta de texto para la consulta pública sobre la Ley de Transparencia (Access Info Europe):




Primera web en España que facilita solicitar información a cualquier institución pública española:



miércoles, 4 de abril de 2012

Fijando princios - en torno al federalismo castellano- (Luis Carretero Nieva, Segovia republicana 1931)



A continuación se ofrecen cuatro artículos de Luis Carretero y Nieva(1879-1950) -padre de Anselmo Carretero Jiménez- llenos de densidad, orientados a esclarecer el problema castellano en lucha dialéctica -diferenciativa con respecto a León, pues de León viene la confusión histórica y la confusión política.

Léalos y disfrútelos porque merece la pena.

FIJANDO PRINCIPIOS (I)


Dáse el caso curioso de que a la ciudad de León actual, educada bajo la dirección o el ejemplo de Fernando de Castro, Azcárate, Sierra Pambley y otros respire un ambiente modernísimo, pletórico de tolerancia y de comprensión de toda clase de ideales y aspiraciones, limpio de todo prurito imperialista y resulte que las comarcas de la región que más puramente sienten los afanes políticos de la vieja nacionalidad leonesa -tan opuestos a los típicos de la tradición nacional castellana- sean las orientales del viejo leonés, precisamente las que incurren en la paradoja de llamarse castellanas, de creer ser centro de Castilla y depositarias de los ideales castellanos. No puede negarse a nadie el derecho a definirse a si propio y a marcarse sus orientaciones, pero no se puede tolerar que se embrollen en las cuestiones v los conceptos, dificultando al ajeno que su autodeterminación sea claramente entendida y propagada, por un uso impropio de las palabras, principalmente de los nombres, por muy popular que se haya hecho la adulteración.

Ahora bien, hay que preguntar si Castilla ha aceptado como propios estos ideales leoneses, y renunciando a los que ella, por sí misma se formó. Según algunos tratadistas, por cierto muy eminentes, después de la unión con León, fue Castilla la que ejerció la hegemonía y propagó por España la idea unitaria. Esto, que evidentemente es paradójico, no se confirma por los hechos, ya que los reyes privativos de Castilla, amparan y engrandecen sus instituciones, mientras que los reyes que también lo eran de León, las persiguen, imponiendo las normas seculares leonesas.
Hay un hecho cierto que nadie discute ni niega: Castilla se separa de León por un acto del pueblo, no por ambición de un personaje que quiere ceñirse la corona y afirma su independencia por aversión al carácter nobiliario gótico leonés y los ideales políticos leoneses. Una vez separa. da, se orienta hacia Vasconia y ratifica su hostilidad a la civilización goda. El imperio es repudiado, pero Castilla, que siente el anhelo de todos los estados españoles de vivir agregados, pero sin unitarismo ni imperio, no rechazasen juntarse con León en Alfonso VI, pero sosteniendo la oposición al imperio leonés, que hace ostensible en un documento ostensible de tanto valor histórico como el Poema de Mío Cid, contrario a la nobleza leonesa y a los usos leoneses, cual otros documentos de la época castellana, sobre la que observa Menéndez Pidal que, en coplas y refundiciones posteriores, se ha omitido o atenuado todo lo que significase divergencia de León. Los reyes particulares de Castilla, y con ellos el aragonés Alfonso, el Batallador, gobernante efectivo y sobresaliente de Castilla, gran propulsor de las instituciones comuneras, gobiernan de acuerdo con las instituciones y voluntad del pueblo castellano, expresadas secularmente en oposición al centralismo unitarista de la monarquía leonesa. Así, Alfonso VIII, rey de Castilla, pero no de León, hace revivir en Castilla su primitivo sentido político vasco, acoge a Guipúzcoa dentro del reino castellano, cuyas fronteras lleva a las riberas del Guadalquivir, pero, ni en Guipúzcoa, ni en Andalucía, impone unificación de ninguna clase, sino que. sigue respetando la variedad natural; Guipúzcoa continúa con sus fueros y tratada como nación separada y Alfonso no pretende llevar la institución comunera más allá del Tajo, ni la establece en la tierra de Campos (entonces en sus dominios) donde conserva la vida política al uso leonés; no pretende la imposición del unitarismo.

Los reyes castellanos, después de recibir en su cabeza la corona de León, gobiernan a Castilla al modo leonés, adulterando las instituciones castellanas, minando su democracia, pretendiendo arraigar en Castilla el feudalismo gótico leonés, que el rey de León, Alfonso VI, al adquirir el reino castellano, propaga por nuestro país, dando a un personaje de tanta significación leonesa como Pedro Ansúrez, un señorío sobre la Comunidad de Villa y Tíerra de Cuéllar y otro que comprendía todo el término de la Comunidad de la Villa y Tierra de Madrid y parte del de Segovia, conducta que se continúa, pues Isabel la Católica, faltando a su juramento, como por lo visto es costumbre entre reyes, arranca a la Comunidad de Segovia tierras para el señorío de Andrés Cabrera. No es esto sólo, hay combate a la norma democrática secular castellana: Alfonso XI atropella la facultad de elección popular de la comunidad de Segovia, estableciendo, el nombramiento de regidores perpetuos y -nombrándolos.

Después de la unión con León ' esto hacen los reyes en toda Castilla, no solamente, en Madrid y Segovia. No hay por ninguna parte hegemonía del pueblo castellano, hay un cambio en la conducta de sus monarcas hacia el viejo ideal de hegemonía leonesa destruyendo toda democracia y todo el respeto a las variedades que son tradicionales en Castilla imponiendo el poder omnímodo de la realeza y con él, el absolutismo unitarista. ,
Luis CARRETERO

(“Segovia Republicana”, agosto 1931)

(Regionalismo castellano nº 4, pag 29-31)

FIJANDO PRINCIPIOS (II)


Ha quedado claramente sentado que la doctrina de constituir España bajo un régimen de unitarismo rígido y un poder monárquico absoluto es teoría creada por la monarquía astur-leonesa y aspiración constante de los organismos directores del Estado astur-leonés. Está claro que Castilla se separó de León por su incompatibilidad con esos criterios y por el deseo popular de seguir automáticamente una norma contraria. Es otro hecho cierto que el Gobierno de Castilla cayó en manos de unos reyes que también lo eran de León, que descendían directamente de la dinastía goda leonesa y que en su gobierno castellano reanimaron y volvieron a poner en práctica la vieja tradición de sus ascendientes leoneses, continuando el desarrollo del programa primitivo de sus antepasados de León y combatiendo en Castilla contra toda la Constitución que esta nacionalidad se había dado a sí misma, conducta real que contrasta con la seguida por los monarcas que gobernaban solamente en Castilla.

Otro hecho cierto es que después de la -unión de León y de Castilla, la hegemonía cae totalmente en la realeza, sin que -el pueblo castellano tenga en el Gobierno una intervención mayor que la que disfrutaba el pueblo leonés sino que se vio perseguido por la ambición de los monarcas castellano leoneses que, en todo momento y por todos los medios, procuraron anular las prerrogativas que le restaban al pueblo castellano, llevadas de su afán desmedido de concentrar todo el poder en la corona y restaurar el viejo ideal del unitarismo leonés.

Dando virtualidad a estos hechos pretéritos, hay otro actual; en provincias del viejo reino leonés, ya por tanto fuera de Castilla, numerosos elementos sostienen la teoría unitaria y en nombre de ella repudian todo movimiento autonómico por débil y moderado que sea, demostrando que comparten y sienten como propio el criterio político secular característico de la nacionalidad leonesa, pero tomando al hacerlo una representación de Castílla, que los castellanos deben de denunciar. Son ellos, no somos nosotros, quienes revuelven la Historia y quienes nos llevan a este terreno de discusión en el que entramos con toda tranquilidad.

A pesar de todos estos antecedentes, conocidos de sobra por todos los que hayan echado una ligera mirada de curiosidad al pasado, se propaga bulliciosamente, se repite con abrumadora insistencia y se toma como verdad indiscutible, el hecho falso de que el pueblo castellano haya impuesto su hegemonía en España obligando a aceptar el unitarismo, modelando la estructura nacional, fijando un tipo patrón de vida española y creando los ideales de absolutismo imperialista, comparables hasta con la mínima y arcaica libertad foral, que fueron característicos de la monarquía recientemente expulsada, ideales sustentados por muchos de sus servidores, que no obstante se llamaban liberales, ideario que sería extraño viésemos defendido para su realización por la República, desde las filas de ese agrarismo (*) donde se agrupan todos los intereses en conservar cuantos agentes de destrucción de la libertad del pueblo español crecieron amparados en interpretaciones abusivas del concepto de unidad nacional, del principio de autoridad, del sentimiento religioso, o del derecho de propiedad.

Esta mixtificación de la gestión histórica de España, atribuyendo al pueblo castellano la hegemonía directora en este proceso y la supremacía de su espíritu en el conjunto nacional, ha sido sostenida por una extraña de intereses o pasiones:

En primer lugar ha actuado la monarquía. El afán de ésta ha sido el de no tolerar el más significante movimiento que restase alguna parte de su poder absoluto, por mínima que fuese. Supo muy bien la monarquía utilizar en el pueblo castellano, ese amor a la tradición tan arraigado hasta ahora en las masas populares, amor fácil de ser manejado porque la tradición tiene que ser enseñada, se conserva en los pueblos al dictado y la monarquía se encontró con el terreno abonado para hacer creer al pueblo castellano que él era el señor de España, que el Estado había sido construido por él, que él tenía la obligación de conservarle sin modificación y que los que pretendiesen cambiarle eran enemigos de Castilla. Estos pobres aldeanos castellanos, que habían visto todo su sistema económico destruido por el centralismo monárquico, prescindían de la ruina de su país por la monarquía y se exaltaban cada vez que una región española era una creación exclusiva de Castilla, y que Castilla era consustancial con ella.

Se da la paradoja de que también los directores de los movimientos de emancipación regional han contribuido a esta mixtificación. Sabino Arana, Prat de la Riba (pese a su gran cultura y soberana inteligencia) y el contemporáneo Rovira y Virgili incurren en el error, un poco pasional, de atribuir al humilde y hoy debilísimo pueblo castellano, la imposición, sobre Cataluña o sobre Vasconia, de una hegemonía que no ha ejercido en España nadie más que la dinastía, de origen asturleonés, en la que se sumió la de Castilla, del mismo modo que las restantes dinastías de la España medieval. Cae Sabino Arana en la equivocación de prescindir de la parte importantísima que el pueblo tomó en la gestación de la personalidad histórica de la Castilla genuina, en los fastos de la liberación de Castilla del imperialismo astur-leonés y en la actuación que recíprocamente desempeñó Castilla en el desarrollo del pueblo e instituciones vascongadas. Prescinden Prat de la Riba y Rovira y Virgili del hecho de que esa monarquía española, destructora de todas nuestras libertades, no adquirió su preponderancia y poder por el solo hecho del pueblo castellano, sino por el concurso de toda España. Más acertada y más gallardamente hubieran obrado si, en vez de concentrar sus ataques sobre un pueblo aniquilado por la misma monarquía que sufrían vascos y catalanes, hubiese dirigido sus tiros al absolutismo centralista de los reyes.

Colaboran también en estas mixtificaciones los elementos retrógrados, aunque se llamen liberales, que, desde sus posiciones en varias provincias leonesas, han venido sosteniendo la consustancialidad de León con Castilla, y de ambas con la desaparecida monarquía, los que pretendían asociar estas dos regiones para formar una falange defensora del centralismo, los que estimulaban la hostilidad de nuestro pueblo hacia las regiones que ansiaban la autonomía, los que veían en el unitarismo monárquico un instrumento para dominar a Castilla con sus mesnadas caciquiles aprovechándose del ambiente de pasión, creado por la ceguera de los autonomistas al no ver cuál era su verdadero enemigo y su efectivo tirano, al no darse cuenta de que Castilla, lejos de ser un país dominador, era tan dominado y más destruido por el centralismo, que Cataluña y Vasconia. No vamos a cometer la injusticia de imputar al pueblo de la región leonesa estos pecados de sus caciques, pero tampoco va a ser nuestra alta estimación a ese pueblo vecino, motivo de indulgencia para los mixtificadores.

De acuerdo con la actuación de las caciques de la región leonesa, hay otra de los mangoneadores de la política castellana en los últimos tiempos de la monarquía de Alfonso de Borbón, coincidente con los designios de los primeros en cuanto a evitar que el pueblo de-Castilla se diese cuenta de su real situación y de la devastación de su patrimonio secular y de sus instituciones autonómicas por el centralismo monárquico.

La monarquía procedió con el pueblo de la vieja Castilla como don Juan de Robres; hizo un hospital, pero primero había hecho los pobres. Cuando por su insaciable apetito había sembrado por Castilla la miseria, afirmó su poder distribuyendo mercedes insignificantes, pero convenciendo a nuestra gente mendicante de que no la quedaba más amparo ni más porvenir que la prosperidad de su limosnero a quien, por agradecimiento y por conveniencia, debía de defender de todos aquellos que intentasen su preponderancia.

(*) Los agrarios, la C. E. D. A. y las J. 0. N. S. defienden, en 1936, el regionalismo nacionalista de Castilla y León.


Luis CARRETERO ("Segovia Republicana", 5 agosto 1931.)

(Regionalismo castellano nº 4, pag 31-34)

FIJANDO PRINCIPIOS (III)

La tradición de Castilla es de Comunidades libres no de regiones


La palabra región ha tomado en España un significado político definido por la supervivencia de territorios que, en una u otra época, tuvieron su expresión en los antiguos reinos o principados, coincidentes con una modalidad de pueblo, homogénea dentro de sí, pero diferenciada del resto peninsular, que se ha conservado por tradición.

Esta gran fuerza de unificación interna y diferenciación externa, existe también en el viejo reino de León -hoy olvidado en cinco provincias- constituyendo una idea firmemente sentido por sus habitantes, sin que la diferenciación deje de existir como una realidad efectiva, por la pretendida identidad con Castilla, ya que esta identidad no es sino una falacia alentada por designios de quienes pretenden buscar en ella un fundamento para adquirir un dominio que les permita utilizar las fuerzas castellanas en beneficio de interés o pasiones de algunas oligarquías establecidas en-la región leonesa.

Entre todos estos territorios españoles quedan dos que carecen de unificación interior: Castilla y el país vasco-navarro. La primera no tiene, ni unificación interior, ni diferenciación exterior, y el segundo, es país con diferenciación externa, basada en un tipo carácter etnológico y en un lenguaje, insuficiente como hecho diferencial, por cuanto que el vascuence dista mucho de ser el lenguaje general del país vasco, por lo que la diferenciación se procura acentuar, por no ser de uso general, ya que, ni los caracteres de etnología, ni el idioma, por no ser de uso general, tienen la eficacia que pudiera derivarse de particularidades de orden económico, de tal modo que la acentuación de la personalidad vasca, como entidad política se busca principalmente en la índole de las relaciones que hasta ahora ha llevado con el Estado, pues en el aspecto económico, una parte del país vasco-navarro tiene grandes coincidencias con Aragón y otras partes la tienen con Castilla. Por otra parte la personalidad de Guipúzcoa o de Navarra, de Álava o de Vizcaya, tiene mucha más fuerza de caracterización particular que la general de Vasconia. El carácter económico particular de cada una de estas provincias, tan radicalmente distintas de las restantes, impide en absoluto la concepción de un tipo general de economía vasco-navarra. (*)

La tradición de Castilla, tomada como una de estas entidades de gran unificación interna y de gran diferenciación externa no puede conservarse por la sencillísima razón de que jamás ha existido esta realidad, puesto que, como hemos dicho, como hemos repetido y como repetiremos, el reino de Castilla no era una unidad, era una federación de unidades, sin igualdad de organización, sino con una riquísima floración de variedad de instituciones. El señor Arévalo, inspirándose acaso en Colmenares, nos ha hablado de la importancia de la Extremadura Castellana, país que llegó a ser considerado como reino distinto del de Castilla, es decir, como diferente del que las tierras de Burgos formaban con las de Santander y la Rioja, pero, aún dentro de esta Extremadura, tampoco había unidad, sino una multiplicidad de pequeñas repúblicas, las Comunidades, contenidas además en grupos intermedios de federación, como la hermandad de las Comunidades Segovianas, que sólo abarcaban una parte de la Extremadura Castellana.

Así, como dice Albornoz, no ha quedado ni la tradición ni el sentimiento de una región constituida por el territorio que fue Castilla, pero en cambio se ha formado otro. Por evolución a lo largo de los tiempos, y con una indudable tradición viejísima por base, se ha formado el concepto regional de La Montaña, el concepto regional de la Rioja, el concepto regional de Segovia, etc. La traducción inicial de estas regiones en entidades políticas constituidas se inició acaso en esas Hermandades, como la Hermandad de las Comunidades en Segovia, o como la Hermandad de la Marina, en Santander. El hecho es que no existe hoy la región de Castilla, pues ni Castilla se ha fundido en una región con el reino de León, ni sigue con su personalidad de siempre, ni se ha constituido una región sobre el terreno de lo que fue Castilla. Hablar de una región castellana actual, es hablar de una cosa que no existe, pues lo que se ha dado en llamar Castilla en el lenguaje corriente en España, es pura y simplemente el reino de León, sin relación alguna con Castilla.
El país vasco-navarro(*) es el conjunto de cuatro provincias firmemente definidas. Es el mismo caso de Castilla, donde no hay una región sino seis regiones pequeñas: La Montaña, La Rioja, cte., y entre estas regiones, con personalidad firmísima, con carácter propio, con economía propia, grande o chica, con instituciones propias, tan definida como la que más, nuestra Tierra de Segovia y por consiguiente, esa entidad llamada la provincia, tan discutida en muchas regiones de España, es en Castilla y en el país vasco-navarro con alguna rectificación de límites, una evidente realidad que corresponde a una región, a una colectividad de pueblos con lazos de unión interior y diferenciación exterior.

(*) En el libro de "Las nacionalidades españolas", de Anselmo Carretero y Jiménez, se estudia y se presenta a Navarra como un pueblo con personalidad propia, independiente del País Vasco.


Luis CARRETERO

(“Segovia Republicana", 6 agosto 1931.)

(Regionalismo castellano nº 4, pag 34-36)

FIJANDO PRINCIPIOS (IV)

La tradición de Castilla es de Comunidades libres


Si con eso se quiere decir que la organización de Castilla tenía como cualidad característica, la existencia y preponderancia de funciones de unas Corporaciones potentes, elegidas libremente por el pueblo, con un poder fuerte y grandes facultades ante el poder real como la de algunas ciudades alemanas e italianas' constitutivas de repúblicas con territorio propio, la afirmación es muy cierta.

Pero si con eso se quiere decir que la vida pública de Castilla tenía como esferas de acción, de una parte, la extensión total del reino en que actuaba una monarquía, y de otra solamente las Corporaciones locales, es decir, que se entiende que en Castilla, y dentro del territorio regido por sus reyes, no había más manifestación de vida política que la de la población, ciudad, villa, lugar o aldea y que los órganos de administración de estas entidades tenían una gran plenitud de facultades, el principio es falso y contrario a la realidad. Es un caso más de confusión de la estructuración leonesa con la castellana.

En Castilla el organismo puramente municipal, el que regula la vida de una aglomeración de familias, establecidas en una población o en varias contiguas, pero ligadas siempre por una convivencia de vecindad en comunicación constante y cotidiana apenas tenía existencia, sino que por el contrario, estaba subordinada a una Corporación de más amplio poder y de más amplia extensión territorial: la Comunidad, con toda la plenitud de funciones judiciales, administrativas y militares, etcétera, o la Merindad comunera, en la que las funciones judiciales estaban separadas y conferidas a un merino, como en la llamada Merindad de la Rioja, residente en Santo Domingo de la Calzada. En Castilla la población, aldea, lugar, etc., apenas tiene personalidad, ni aislada ni agrupada, apenas tiene facultad pues la entidad fundamental y preponderante, la Comunidad, es entidad que actúa sobre territorios de gran extensión en los que, como en el caso de la Tierra de Segovia, se pueden medir distancias de más de cien kilómetros, condición que hace imposible el cuidado de los intereses de la vida de convecinos, que es suficiente para probar que los fije y el objeto de estas Corporaciones son muy distintos de los que tienen que atender los organismos de la vida municipal.
Es decir, que en Castilla el organismo libre no es el municipio, sino otro de carácter de Gobierno regional, o sea que en Castilla, por estar el organismo local supeditado a la Comunidad, no existe la tradición de la supremacía del Municipio, aun cuando sí la de la plenitud de libertad del organismo regional. La Comunidad es, además, organismo de distinto origen que el denominado Municipio y que corresponde a organizaciones que, según varios autores, ya existían entre nuestros ascendientes antes de la llegada de los romanos. La expresión de la tradición comunera en los fueros escritos, su desarrollo, teniendo siempre presente la vieja raíz, es labor de Castilla en colaboración con Vasconia y sin intervención leonesa; se, inicia en el fuero vasco-castellano, de Nájera, se continúa en el de Miranda de Ebro, donde se exime la jurisdicción del merino, sigue en Belorado y Burgos y llega a su plena ex. presión en la redacción de Sepúlveda, de donde toman sus normas Cuenca, Calatayud, Daroca y Teruel, pues la comunidad como organismo adecuado a una realidad geográfica, se extiende por todo el país castellano-aragonés que constituye la región geográfica serrana central española. En Ávila comprende la Comunidad doscientos diez pueblos; en Daroca, ciento diez, y en Teruel, ochenta Y dos. Como se ve aquí hay una tradición de repúblicas libres, pero no de Municipio libre que, si alguna vez aparece como en las nueve villas de Daroca, sigue perteneciendo a la Comunidad, aun cuando tenga, como El Espinar, fuero propio, dado por la Comunidad como organismo superior del territorio.

En oposición a la aspiración de la organización de España en regiones autónomas, se presenta la creación de Municipios libres que actúen sobre una agrupación de familias constituidas y viviendo en vecindad. Este Municipio libre no es castellano; es el Municipio leonés de origen godo-romano, iniciado en la legislación con el fuero de León de 1020. Este Municipio es el que, tan general e impropiamente se llama castellano; este Municipio leonés es el que, hace pocas semanas se tomaba como fundamento para un proyecto de reorganización regional en una reunión celebrada en Valladolid en que los reunidos cayeron una vez más en la equivocación de tomar por castellana la tradición leonesa de dicha ciudad y en el error de suponer semejantes e iguales a las inconfundibles de León y Castilla respectivamente.

Luis CARRETERO ("Segovia Republicana", 7 agosto 1931.

(Regionalismo castellano nº 4, pag 36-38)