lunes, 29 de agosto de 2011

Innovar (Gabriele Adinolfi)

Innovar

Ligarse a los Principios y darles un segundo soplo; actualizar, hablar una lengua moderna; utilizar símbolos que no sean añejos, sino que sean idénticos a los que hacen vibrar el mundo. Es así como se renace.

No es colgándose del pasado como se puede regenerarlo; más vale quedar-----  replegado sobre si mismo que innovar deformando. Los que, cuando innovan, abandonan los Principios, hablan la lengua de los otros, utilizan símbolos artificiales o falsos o no utilizan ninguno, no son innovadores, sino más bien miserables peones próximos al decline existencial y a la nada política.   

Gabriele Adinolfi
Pensées corsaires
Les Editios du Lore.    2008
p.151



Las abejas y las flores (Gabriee Adinolfi)

Las abejas y las flores (1999)

Si en lugar de considerar la política desde el punto de vista ideológico, tratamos de hacerlo desde el punto de vista estructural, nos damos cuenta de que se reduce a un conjunto casi invariables elementos. En el límite, este conjunto se compone de un sujeto, de un objetivo (o una serie de objetivos) y de un camino a seguir para lograr el resultado pretendido. El primer imperativo que se surge para todos aquellos que, en lugar de contentarse con ir tirando, desea lograr algo, es de hecho, ser consciente de los elementos mencionados. Esta consciencia  debe ser lo más conforme posible con la realidad, a fin de poder obrar con habilidad. Esta toma de conciencia está ausente en el seno de las oposiciones de tradición ideal y con pretensión identitaria.

Ahora, cuando no se tiene claramente consciencia de los elementos que intervienen, no podemos llegar a sus fines. Si no tenemos en cuenta los subalternos rampantes que obran exclusivamente para garantizarse un alto nivel de vida, podemos afirmar con toda tranquilidad que nadie llega a obtener  éxitos estables y constructivos. Los raros resultados en este dominio son en efecto episódicas, vinculada a la personalidad y al entusiasmo de una o dos personas, circunscritos geográficamente;  son obtenidos con un esfuerzo excesivo y no están relacionados de ninguna manera con ningún proyecto de gran envergadura.

¿Es decir que hay una ceguera total en el dominio de la acción política? ¿Y que todo el mundo la sufre?

En general, se tiene consciencia de este límite y, o bien se lo acepta con fatalismo, como si se tratara de un mal inevitable, o bien se atribuye a otros que cometen falta, que se superará cuando se sea el gran jefe. De hecho, todo joven entusiasta, antes o después, aspira a ser el protagonista de una nueva experiencia, su experiencia y se siente capaz, por una especie de gracia infusa, de cambiar de registro y de derribar los obstáculos. De hecho, después de una primera galopada entusiasta y la inicial cosecha de acuerdos, más de fachada que de sustancia, después de un periodo fluido y dinámico caracterizado por proyectos tan fantásticos como surrealistas, cada nueva aventura acaba por seguir el mismo curso que las anteriores y por agotarla; ha perdido su impulso y ha alcanzado sus límites físicos. Al final sus fracasos políticos y existenciales predominan de lejos sobre el capital humano adquirido. En cualquier caso, estará desmotivado.

Los más capaces y los más inteligente, o, en todo caso los más concretos, en efecto, terminan regularmente abandonado el circo, disgustado por el fracaso, pero sobre todo por la estupidez difusa que es incluso visualizada, como si se tratara de una virtud. Por consiguiente, aparte de unos pocos tercos de calidad, no queda sobre el terreno más que los menos brillantes, los que son psicológicamente frágiles y los parásitos; todos juntos forman una especie de sarro que se opone a cualquier espíritu innovador
y en la que inevitablemente se encierran las generaciones jóvenes, rápidamente ganadas  por la mismo atrofia.

¿Se trata de un destino inevitable, o es posible cambiar de registro?

Se tratará de un destino, siempre y cuando los protagonistas de una experiencia política no sean plenamente conscientes de lo que hacen y de lo que realmente son. Sobre el papel, esta anomalía puede parecer fácil de suprimir; por el contrario, es algo extremadamente difícil de resolver porque no hay nada más difícil de corregir que los defectos de aptitud. No es casualidad que el proceso inicial de asimilación de una disciplina marcial o un paso de danza es mucho más largo y doloroso que el dominio, una vez que aprendidos los gestos, de los movimientos más complejos. Y todo el mundo sabe que cuanto más viejo se es cuando se ensaya un arte marcial u otra clase de movimiento, se encontrarán más dificultades para asimilar las bases. Y esto es así no  tanto porque con la edad, los músculos se oxidan que a causa de la esclerosis debida a una experiencia de larga duración en otras formas de expresión corporal. Una transformación tan radical se revela aún más difícil cuando se entra en el dominio de la mentalidad pura y simple, sobre todo si la presunción y la obstinación impiden ponerse en tela de juicio. Pues de lo que se trata verdaderamente, es ir al gimnasio para aprender los movimientos, los reflejos, partiendo de cero; de corregir la posición en la que se ha esclerosado, renunciando incluso a lo que nos parece efectivo a luz de una experiencia directa, pero desafortunadamente circunscrita a un dominio que nos es conocido y, por tanto, extremadamente limitado. En otras palabras, se trata de corregir, TODO, para aprender a utilizar el arte con una eficacia constante. Como se ve, nada se da por sentado. La humildad, la funcionalidad e impersonalidad necesarias para llegar a este punto, a despecho del hecho que se oye mucho hablar, son cualidades muy raras. Es preciso limpiar, intervenir resueltamente sobre el mental para ponerse en cuestión sin la menor indulgencia y poder partir de nuevo desde cero.


Gabriele Adinolfi
Pensées corsaires
Les Editios du Lore.    2008
Pp 321-323

Juventud aplastada (Juan Manuel de Prada, XLsemanal 28-8-2011)

Juventud Aplastada
Por Juan Manuel de Prada
Una de las formas menos denunciadas de la corrupción política y- social que nos corroe es el aplastamiento de las jóvenes generaciones. Ocurre esto, paradójicamente, en una época que idolatra la juventud, que halaga y exalta las peores pasiones juveniles... con el sórdido propósito de mantener a esa juventud confinada en el ostracismo, enchufada a diversos paraísos artificiales que la mantengan infantilizada, embrutecida, incapacitada para asumir compromisos fuertes y responsabilidades trascendentes. Las oligarquías de las 'generaciones medias' acaparan como en ninguna otra época de la historia el poder en sus más diversas expresiones; y se resisten como nunca a entregarlo. Han aprendido a utilizar en provecho propio los resortes del mando, han logrado usufructuar un régimen político, social y cultural que les beneficia (y en el que los intereses privados han sustituido impúdicamente al bien común); y contemplan con recelo a los jóvenes, todavía no maleados por el tejemaneje de los intereses creados, en cuyas cualidades —voluntad, coraje, generosidad, espíritu de sacrificio, imaginación viva, optimismo creador— ven un peligro temible. De ahí que las oligarquías de las 'generaciones medias' se empleen con especial denuedo en corromper a los jóvenes, brindándoles una educación cada vez más endeble y embotadora de sus potencias, anestesiando su curiosidad intelectual, extirpando sus inquietudes religiosas, embruteciéndolos en suma; y, mientras los embrutecen, los aplauden y llevan en palmitas, como a esclavos consentidos. Solo cuando están suficientemente embrutecidos, se les permite el acceso a la influencia y el poder... Salvo que den pruebas de someterse temprano, salvo que demuestren un compromiso prematuro con los intereses vigentes. En este caso, no vacilan en encumbrarlos a las más altas magistraturas y puestos de responsabilidad; pues de este modo se crea el espejismo de que la juventud está siendo promocionada, cuando lo que en realidad se promociona es la juventud fiambre.
Suele decirse que los años atemperan las pasiones; y es cierto. Pero no solo las pasiones más viles y desenfrenadas; también las pasiones más nobles. La sagrada pasión del entusiasmo, por ejemplo, es propia de la juventud; y también el altruismo. Pero el entusiasmo y el altruismo son pasiones de las que abominan las oligarquías de las 'generaciones medias', que fundan su hegemonía en cálculos interesados y en el triunfo lento, pero inexpugnable, del egoísmo. El espíritu de las 'generaciones medias' es materialista: busca la permanencia, el lucro, el goce pacífico y sin sobresaltos de los honores conquistados y las prebendas adquiridas; el espíritu juvenil propende al bien moral (siquiera cuando ese espíritu no ha sido todavía corrompido) y, al no sujetar sus planes a cálculos interesados, abarca un mayor panorama, iluminado por la vivacidad de la imaginación. El joven ve la meta antes que los obstáculos; y su ardor y coraje lo empujan a sobrevolar los obstáculos, o a dinamitarlos. Pero, ¡ay!, lo que el joven percibe como un obstáculo es precisamente lo que las 'generaciones medias' han convertido en castillo de sus intereses; y para evitar que ese castillo sea reducido a escombros, se preocupan de refrenar y atemperar las pasiones juveniles. En otras épocas las refrenaban condenándolas al ayuno más riguroso; ahora las alimentan con una plétora de placeres sensuales y subalternos, hasta esterilizarlas y hacerlas inoperantes.

El estribillo de las oligarquías instaladas en el poder es siempre el mismo: proclaman la corrupción de las nuevas generaciones y, cuando las alaban, es porque las hallan suficientemente corrompidas. Pero el encastillamiento de las 'generaciones medias', convertidas en oligarquía que usufructúa el poder en beneficio propio, acaba provocando siempre
un gran malestar social. Además de los males que acarrea a la sociedad la perpetuación de su mando, provoca una reacción suplementaria de encono, de despecho, de rabia sorda entre las generaciones postergadas, que pretenden sin éxito realizar su destino, o que solo lo realizan cuando ya sus energías están agotadas, o corrompidas. Y cuando las tareas que se deben realizar son urgentes, el estado de desesperación que origina el aplastamiento y embrutecimiento de la juventud es tierra abonada para los estallidos violentos: lo estamos padeciendo, o empezando a padecer, en este crepúsculo de la Historia.


XLSEMANAL 28 DE AGOSTO DE 2011